Camagüey- Imponente y como un resquicio de tiempos distintos se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en lo que hoy se conoce como Plaza de los Trabajadores. Un templo que se erige en desafío al paso de los años y como monumento a la orden de los Mercedarios, responsables de la primera edificación en 1601.
A lo largo de su historia, La Merced ha pasado por varios procesos constructivos, tanto es así, que en el siglo XVII se sustituyó por un edificio de paredes más sólidas. Sin embargo, durante el mandato de Luis de Uzanga —entre los años 1744 al 1777— fue demolida, y poco tiempo después, comenzaría a edificarse el actual edificio de tres naves, paredes de ladrillos y techos abovedados; cambiando la antigua estructura de madera y guano dedicada a Nuestra Señora de la Altagracia.

Dentro de su diseño arquitectónico destaca la elevada torre, además de un Santo Sepulcro, para cuya confección se utilizaron 25 mil pesos de plata. Pero, más allá de la arquitectura, otro de los elementos que resalta del templo es su historia. Robos, profanación de sus instalaciones y algo más ha sufrido la iglesia, que no solo ha sido espacio oración, sino también cementerio, cuartel general (1820-1824) y biblioteca pública.
Una tatatarabuela barroca
Entre los sitios religiosos camagüeyanos, Nuestra Señora de la Merced muestra la consolidación y estabilidad constructivas del siglo XVIII, a pesar de diferir de la tipología arquitectónica local. El diseño de su planta, el sistema de cubiertas abovedadas de ladrillos, la ubicación y composición arquitectónica del coro y sotacoro; las dos portadas laterales gemelas y la fachada principal tienen una notable influencia barroca. No podemos olvidar que la corriente en Cuba encuentra su expresión en arcos transversales de las naves y los arcos artesonados en las iglesias; evidentes en el templo.
En ese derroche de elementos que podemos asociar con el barroco, destaca uno en particular: su Vía Crucis, uno de los más conservados de la provincia. Originario de Italia y traído por un grupo de benefactores, el realismo de las estaciones y de los personajes obnubila a los visitantes del sitio lo que pondera la sensación de belleza y sublimidad del espacio.
Relevante dentro de La Merced es el coro sobre el atrio, expresión pura del barroco y que se evidencia con el rico repertorio de líneas cóncavas y convexas, más sobresalientes en la medida que se aproximan al centro.
El mobiliario religioso se compone principalmente de bancos, reclinatorios y confesionarios del siglo XX. Además, en algunos de ellos aparece reflejado el escudo de los Carmelitas Descalzos; orden que toma la iglesia desde 1888 hasta mediados del Siglo XX.
Uno de los elementos de mayor belleza y catalogado como sublime dentro del templo es el Santo Sepulcro, pieza litúrgica de plata a escala natural hecha en 1762 por el orfebre mexicano Juan Benítez. La pieza situada en el Antiguo Altar de la Cofradía, fue restaurada completamente y devuelta a su forma original en el 2017, luego de varios robos.
En los muros y columnas pueden encontrarse diferentes placas de mármol y curiosas pilas de agua bendita. Sin embargo, el trabajo más valioso es la base del Altar Mayor que fue realizado con mármol de Carrara, uno de los mármoles más finos de Italia y del mundo.

Con respecto al convento, este es de un solo claustro, con planta en forma de C que rodea el patio por tres de sus lados, tipología predominante en Camagüey y en este caso sin galería adosada al templo. Posee además, dos niveles con arcadas: de carpanel en el primero y de medio punto en el superior, sustentadas por gruesos y bajos pilares cuadrados, con sencillos capiteles de molduras simples, que imitan el capitel toscano.
El patio posee una abundante vegetación, zonas de estar y de circulación, lo que ofrece un agradable confort ambiental, tanto en las galerías que lo circundan como en el interior del templo.
La fachada principal es un gran rectángulo apaisado, con una sola puerta y ventanas adinteladas en el primer nivel. En el segundo piso, correspondiéndose con los vanos inferiores, se ubican las puertas de los balcones que están limitadas por rejas de hierro. El aspecto es muy sobrio y la decoración se limita a la platabanda lisa que enmarca los vanos más antiguos y al pretil con balaustrada que remata la fachada.
Hoy, La Merced es considerada el alma de la diócesis y en ella funcionan: la Biblioteca Diocesana; las Oficinas Diocesanas de Pastoral. Además, funge como lugar para encuentros, retiros, convivencias y conferencias, adaptándose al paso del tiempo.