Guillén y la ciudad

Ciudad de Camagüey

Hace algunos años, cuando ejercía el periodismo activo como redactor-jefe de la página “Visión Cultural” del periódico Adelante, una joven silenciosa que practicaba su Servicio Social, ya que procedía de la Universidad de Las Villas,  comenzó a aparecer en la redacción y ocupaba una mesa muy cercana a la mía.

Un buen día extrajo de su portafolio una antología, aunque ya hoy día no puedo asegurar que libro era y se esmeró en la lectura de un poema de Guillén. Le pedí prestado el texto, entonces fue que nos conocimos oficialmente, su nombre era Yanetsy León González.

Confieso que desde aquel mismo instante me interesé en la muchacha, sobre todo cuando me di cuenta que era una publicación  que yo desconocía. En mi caso no era cuestión de vanidad, es que eran tiempos en que ya estaba enfrascado en apropiarme de toda publicación de Guillén o que tuviera relación con el poeta.

Estaba ya “cocinando” el que sería posteriormente mi libro Guillen: Romance de pueblo viejo y también el prólogo de la colección de sus Pisto-Manchego,  del que fui compilador, aunque en algunas publicaciones no lo plasmó así como la Editorial Letras Cubanas por prevalecer intereses mezquinos que nada tienen que ver con esta fraterna crónica.

Por Guillén y el libro prestado estrechamos relaciones, yo podía referirle algunas anécdotas del poeta porque la casualidad quiso que estableciera una estrecha amistad con Nicolás. Digo la casualidad porque el poeta gustaba sobre todo al llegar a su Camagüey, y sus visitas eran frecuentes, de recorrer sus calles en la madrugada, en el conticinio, como él decía, o sea el silencio de la amanecida y a mí que no me disgusta tampoco estos placenteros recorridos; me convertí en su anfitrión, no digo cicerone, porque él se conocía su ciudad mejor que yo, de palmo a palmo, aunque prefería determinadas calles que recorrió preferentemente en su juventud.

Posteriormente fui el tutor de Yanetsy en su tesis de graduación, con la que alcanzó Diploma de Oro, creo que fui un poco el responsable del amorío de ella por el poeta.

Yanetsy alcanzó en el 2013 el Premio Calendario que confiere la Asociación Hermanos Saiz, en el género de ensayo y ahora acaba de ver la luz su obra, Nicolás Guillén: Un cronista retrata la ciudad. Yanetsy no se limita a relatar las andanzas de Nicolás por su ciudad, sino que va más allá e indaga sobre los recorridos guilleneanos en otros países hermanos de nuestra América.

El ensayo es enjundioso y comienza por el análisis y valoraciones que destacados investigadores y estudiosos confieren a la ciudad.  Luis Álvarez Álvarez, en su breve valoración plasmada en la contraportada del libro, lo sitúa como un importante aporte “en los estudios de espaciología literaria que apenas han comenzado en nuestro país”.

Yanetsy no dejó fuera de su órbita ninguna crónica o referencia que Guillén hizo sobre su Camagüey, sobre todo de sus calles. Es lástima que el poeta, que amaba tanto sus sendas, solo dedicara en los últimos años a este tema su hermosa crónica, Mis queridas calles de Camagüey y en las que escribió anteriormente, en la década del treinta, prevalezcan sobre el paisaje, sus contornos, y sus apreciaciones, las denuncias del abandono de los gobernantes de la ciudad que lo vio nacer, y prevalezcan las críticas a las calles fangosas y pestilentes.

Es lástima que Nicolás no recogiera sus preferencias por mansiones deterioradas por los años y callejones que eran un deleite para él contemplarlos, comentarlos y referir no pocas de sus historias. Yanetsy nos deja con su esfuerzo y creatividad un inmejorable resumen de la huella del Poeta Nacional al “retratar la ciudad”.