Las manifestaciones de migrantes en California han dejado imágenes icónicas que han sido difundidas pero lejos de ser instantáneas, evidencian un trabajo cuidadosamente elaborado para construir un símbolo antiinmigrante en Estados Unidos.
Estas imágenes, que evocan escenas de caos y violencia, presentan a personas entre llamas o humo, con autos destruidos, en una estética que recuerda al popular videojuego Grand Theft Auto (GTA). En ellas, los protagonistas suelen aparecer en actitudes desafiantes, portando en una mano banderas mexicanas que, curiosamente, parecen nuevas, uniformes en tamaño y diseño, como si provinieran de un mismo lote destinado a un propósito específico.
En Estados Unidos, la bandera estadounidense es un ícono omnipresente, un símbolo de poder tanto a lo interno como externo, utilizado en todo tipo de propaganda incluidas comerciales. En contraste, la bandera mexicana, en el contexto de estas imágenes, se presenta como un emblema de una supuesta «invasión migrante», una narrativa central en la retórica de Donald Trump y el movimiento MAGA. Estas imágenes no son casuales: su composición recuerda la icónica pintura La Liberté guidant le peuple de Eugène Delacroix (1830), que inmortalizó la revolución francesa y la toma de la Bastilla como un acto de rebeldía. Al replicar esta estética, las imágenes sugieren que los migrantes, particularmente los mexicanos, representan una “amenaza revolucionaria” contra el orden establecido y sobre todo a las bases del estado federal.
Esta narrativa de «enfrentamiento» se dirige directamente a las bases sociales que apoyan el extremismo trampista y las políticas antiinmigrantes, para fomentar la apreciación de la un peligro directo y tácito. Sin embargo, su impacto no se limita a este grupo. Las imágenes también resultan atractivas para movimientos promigrantes, que las comparten para denunciar la represión, contribuyendo paradójicamente a su difusión. Este fenómeno refleja una estrategia de polarización que beneficia a quienes buscan exacerbar las tensiones sociales.
Uno de los objetivos no declarados de estas imágenes es la criminalización de las protestas. Lo que comienza como una manifestación pacífica en defensa de los derechos de los migrantes se transforma, en la narrativa mediática, en un escenario de caos y violencia. Este cambio de enfoque desvía la atención de las causas legítimas de los reclamos —como las redadas masivas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE)— hacia una percepción de desorden público y que impera actualmente en los medios.
Esta táctica no es nueva. En América Latina, especialmente en países como Chile y Argentina, es común que manifestaciones de estudiantes, obreros o jubilados sean infiltradas por encapuchados que generan disturbios, “justificando” una represión desmedida por parte de las fuerzas del orden. En el caso de Los Ángeles, las protestas contra las redadas migratorias han sido marcadas por el uso de gases lacrimógenos, balas de goma y el despliegue de 2,000 efectivos de la Guardia Nacional, una medida ordenada por Trump y criticada por el gobernador de California, Gavin Newsom, como «deliberadamente incendiaria». Es importante destacar una denuncia que arroja algunas luces, lanzada por el propio gobernador californiano quien señaló: “No teníamos ningún problema hasta que Trump intervino”.
Las imágenes también tienen un claro componente político. Figuras del Partido Republicano las han utilizado para estigmatizar a los demócratas, acusándolos de fomentar el «caos» al apoyar políticas de “ciudades santuario”. California, un bastión demócrata, se ha convertido en el epicentro de este enfrentamiento, con Newsom liderando la oposición al trumpismo, un Newsom de quien se valora pudiera ser considera el próximo candidato presidencial por el partido Demócrata. La tensión entre California y el gobierno federal no es solo política, sino también económica: el estado, en solitario, representa una de las mayores potencias económicas mundiales, lo que amplifica su resistencia a las políticas federales antiinmigrantes.
El despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles, por ejemplo, ha sido interpretado como una afrenta a la soberanía estatal, llevando a las autoridades californianas a presentar una demanda contra la administración Trump. Este conflicto refuerza la narrativa republicana de que los demócratas son responsables de los problemas migratorios, mientras que el trumpismo se presenta como la solución para «restaurar el orden».
Un aspecto intrigante es la supuesta vinculación de estas imágenes con simbolismos de la resistencia palestina y Hamas. Algunos usuarios en X han señalado que medios israelíes han difundido estas protestas como si fueran manifestaciones Hamas. Una retórica igualmente capitalizada por Donald Trump en varias acusaciones, una estrategia que refuerza su narrativa de «amenaza externa».
Esta conexión, aunque especulativa, sugiere una posible influencia de tácticas de desinformación utilizadas en otros contextos geopolíticos. La presencia de “símbolos palestinos” en las protestas podría ser una construcción deliberada para asociar a los migrantes con movimientos considerados «radicales terroristas» por ciertos sectores, ampliando el alcance de la estigmatización.
Las imágenes que circulan en redes sociales no son meras capturas de la realidad, sino construcciones deliberadas que responden a una agenda política. Busca naturalizar la idea de los migrantes como una plaga invasora, sirven para criminalizar la protesta, justificar la represión y polarizar el debate político entre republicanos y demócratas. Refleja una operación psicológica que no solo refuerza el discurso antiinmigrante, sino que también manipula la percepción pública para sostener una agenda autoritaria. En un contexto de creciente polarización, es crucial cuestionar la autenticidad de estas representaciones y su impacto en la convivencia social, recordando que detrás de cada bandera hay historias humanas que no deben ser reducidas a símbolos de conflicto.
Tomado de: https://micubaporsiempre.wordpress.com/