Sentido de pertenencia o ¿al revés?

El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Esteban Lazo Hernández, en las recientes sesiones de trabajo de las comisiones del Parlamento Cubano, manifestó su preocupación sobre un tema de la mayor trascendencia: si las violaciones reflejadas en el informe del Ministerio de Comercio Interior se producen por desconocimiento de las normas por parte de las direcciones correspondientes, o porque no se conducen correctamente en el terreno.

Insistió en la capacitación de los factores económicos, dado que es imprescindible llevar a la práctica sistemáticamente los documentos jurídicos, como herramientas de dirección.

Uno de los diputados en la comisión de Salud y Deporte, señaló que ¨sólo del trabajo y el cumplimiento de lo que nos corresponde, con calidad y disciplina, dependerá la sostenibilidad epidemiológica del país¨

Valgan esos dos ejemplos para graficar algo que nos aqueja en muchos sectores de la sociedad: se organiza todo, se planifica con suficiente antelación, pero algunos no ejecutamos los programas con responsabilidad, y sobre todo, falta algo que ni es simple frase ni consigna: sentido de pertenencia.

¿Desconocen acaso muchas  personas que laboran en determinada esfera, pongamos por caso  la agricultura o la ganadería, cómo hacer las cosas? ¿De ser así, no habrá quienes los enseñen, dirijan y controlen con exigencia cómo se cumple ese sagrado deber por el cual nos pagan?

Obviamente todo lo contrario.

Resulta inconcebible que varios años después de promulgados y llevados a la práctica los decretos de entrega  de miles de hectáreas de tierras en usufructo, y luego de tantos llamados de la dirección del país, el Estado Cubano invierta  alrededor de 2 000 millones de dólares en la compra de alimentos, una buena parte de los cuales puede producirse en nuestros campos.

¿Cómo explicar que en determinado lugar una UBPC, Cooperativa de Créditos y Servicios o de Producción Agropecuaria entrega sistemáticamente grandes cantidades de comida, para cumplir sus planes, y mantiene sus áreas limpias, sus rebaños atendidos y sus balances económicos exitosos, mientras separados a veces apenas por una cerca, otros fracasan una y otra vez?

¿De qué manera justificar la pérdida de cosechas como el mango, el plátano o el tomate que en ocasiones (más de las deseadas) se pudren en los campos?
Me resisto a creer que en las industrias conserveras, sea imposible la solución a los apremiantes problemas tecnológicos dados por la obsolescencia de las máquinas  y los largos años de explotación, si se tiene en cuenta la capacidad más que demostrada de los innovadores y racionalizadores cubanos, y la poca complejidad de los equipos que estas fábricas demandan.

Tampoco creo que las llamadas ¨explosiones de los picos de cosecha¨ sean tantas ni tan impredecibles, y de ocurrir, sea cosa de titanes o magos darles respuesta, aún con nuestros exiguos medios.

En algunos municipios han nacido, sin muchas pretensiones pero sí con determinación y eficacia, mini industrias que dan solución local a los excedentes del surco, y aún más, procesan condimentos y otros renglones muy demandados por la familia cubana.

Ejemplos hay en los que pareciera que el transporte, vetusto y sufrido, sí alcanza para recoger viandas y frutas, y los contratos son lógicos, objetivos y  se cumplen, porque sobre todo, se respetan.

Entonces todos los análisis van a parar a un mismo punto: haga usted lo que sabe que debe hacer, hágalo con calidad y con responsabilidad; los jefes, por su parte, que prevean, exijan y controlen, de lo contrario que renuncien a ese mandato  que se les ha dado, y en el que cada hombre, mujer o niño de este país confía.