-Mira mamita, flores para ti.
El beso y la mirada tierna lo complementan. En su mundo de “mamitis” el reencuentro a la salida del círculo infantil clasifica entre los mejores momentos del día y el jardín corona su expresión de felicidad.
La jornada laboral aún no termina, en la cabeza martillan proyectos y pendientes, parece no alcanzar el tiempo, pero en ese justo instante todo se detiene, es SU momento, para él mamá lo es todo, y esa es su manera de manifestarlo.
Él no sabe cuántos errores se cometen en la crianza, no entiende de establecer prioridades, de respetar espacios, de modificar estilos de vida en favor de un ambiente familiar más saludable. Él sabe que mamá es fuente de seguridad, faro y refugio de amor, y eso es todo lo importante.
Las madres siempre se cuestionan su modelo de educación, se reprochan actuaciones y decisiones aunque sean en el afán de hacer lo mejor por sus hijos, y es así, no lo hacemos todo bien, no somos perfectas, nos equivocamos, y mucho, aún con las mejores intenciones, pero no dejamos de intentarlo, de encontrar en ellos la fuerza para seguir, la excusa para una sonrisa.
En esa relación simbiótica, a veces amalgamada, nos volvemos reflejo los unos de los otros. Los hijos tampoco son perfectos y ningún niño es igual a otro, ni tienen el mismo ritmo para superar los diferentes procesos, ni requieren el mismo tiempo para adaptarse a los cambios, ni expresan igual sus emociones. Cada uno es único, y es especial.
Lo que sí resulta común es que los niños busquen en la figura materna, y paterna, garantía de protección y de cariño, ejemplo, guía, confianza. Los hijos también quieren cuidar a mamá, y mamá es su motor impulsor, su inspiración, su añoranza. Es normal, somos como espejos.
No lo estamos haciendo tan mal, madres, padres e hijos, si al final del día nos queda la satisfacción de sentir en el abrazo la cura y descubrir en la sonrisa la esperanza.
Pero lo haremos mejor todavía cuando seamos capaces de soltar, de mostrar el camino pero dejar que anden solos, de saber que aprendimos y enseñamos algo nuevo, cuando conquistemos la certeza de que aún cuando no estemos, siempre seremos… por ellos, para ellos, y por nosotras también.
Sí, merecemos ese amor y ese respeto. Llegue a todas esas flores, las más sencillas, esas que en sus pequeñas manos cobran el mayor significado.
Por Gelsy Rodríguez Rivero
Bello, hasta me salieron algunas lágrimas.jjj