El planeta nos recuerda continuamente, y cada vez de forma más recurrente, que, si alteramos su equilibrio, las consecuencias son devastadoras a través de sequías, mega incendios, inundaciones, pérdida de la biodiversidad y desastres naturales cada vez más feroces.
El cambio climático ya es una realidad y miles de personas, animales y plantas sufren sus efectos. La contaminación no es más que un aliciente que hace que la crisis ambiental avance sin control. Este se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes del siglo XXI.
De la contaminación y sus efectos
La contaminación se define como la introducción de sustancias o agentes contaminantes en el medio ambiente, que alteran la calidad de los ecosistemas y afectan la salud de los seres vivos.
Este fenómeno es el resultado de actividades humanas, como la industrialización, el uso de combustibles fósiles, la agricultura intensiva y la urbanización desmedida.
Según el medio en el que ocurre, puede afectar el aire o la atmósfera, el agua, el suelo; puede ser visual, acústica o sonora, térmica y radiactiva.
Sus consecuencias alcanzan a ser graves y de larga duración, y pueden afectar no solo a la salud humana, sino también a la fauna y flora, el suelo y el agua.
Como consecuencia de esto, en los últimos años el número de enfermedades vinculadas a la degradación ambiental ha aumentado considerablemente, y millones de personas han visto afectada su salud.
Una alerta: la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya afirma que la mayor parte de los ciudadanos residen en áreas donde la contaminación ambiental está presente superando los límites establecidos como saludables.
Existen varios tipos de contaminación, cada uno con sus características y efectos específicos.
La del aire, por ejemplo, causada por emisiones de gases nocivos, partículas en suspensión y compuestos químicos provenientes de vehículos, industrias y actividades agrícolas. Esta forma de contaminación está relacionada con problemas respiratorios, cardiovasculares y otras enfermedades crónicas.
La hídrica también es otra variante, que resulta de la descarga de desechos industriales, pesticidas, productos químicos y residuos orgánicos en ríos, lagos y océanos. Afecta también la biodiversidad acuática y la salud de las comunidades que dependen de estos recursos para su subsistencia.
Otro ejemplo lo constituye la contaminación de los suelos que se produce por el uso excesivo de agroquímicos, la acumulación de desechos sólidos y la filtración de sustancias tóxicas. Compromete además la fertilidad del suelo y puede tener efectos adversos en la cadena alimentaria.
Una que en ocasiones ignoramos es la acústica. Generada por ruidos excesivos provenientes del tráfico, la construcción y actividades industriales. Aunque menos visible, esta forma de contaminación puede causar estrés, trastornos del sueño y problemas auditivos.
Acciones desde Cuba
La relación entre la contaminación ambiental y la salud es innegable. Los contaminantes pueden ingresar al organismo humano a través del aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos.
Un dato preocupante: millones de personas mueren cada año a causa de enfermedades relacionadas con la contaminación, lo que subraya la urgencia de abordar este problema.
Desde Cuba, se han implementado diversas iniciativas para combatirla. El país ha desarrollado políticas enfocadas en la sostenibilidad y el uso racional de los recursos naturales.
Proyectos como el Programa Nacional de Saneamiento Ambiental buscan reducir la contaminación del agua y mejorar el tratamiento de desechos.
Además, la isla ha promovido el uso de energías renovables y prácticas agrícolas sostenibles, lo que contribuye a minimizar el impacto ambiental.
Reciclar como alternativa
El reciclaje es un proceso fundamental para la sostenibilidad ambiental y tiene una gran importancia por varias razones.
Ayuda a conservar los recursos naturales al reducir la necesidad de extraer materias primas. Al reciclar materiales como papel, plástico, vidrio y metales, se disminuye la presión sobre los ecosistemas y se protege la biodiversidad.
Contribuye a disminuir la cantidad de residuos que se envían a los vertederos y basureros. Esto es crucial para minimizar el impacto ambiental asociado con la gestión de desechos, como la contaminación del suelo y del agua.
La producción de nuevos productos a partir de materiales reciclados generalmente requiere menos energía que la producción a partir de materias primas vírgenes. Por ejemplo, reciclar aluminio ahorra hasta un 95 por ciento de la energía necesaria para producirlo desde el mineral.
Al disminuir la necesidad de extracción y procesamiento de nuevos materiales, el reciclaje también contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ayudando a mitigar el cambio climático.
Participar en el reciclaje es una forma de asumir responsabilidad social y contribuir al bienestar común, y por supuesto reducir la contaminación. Un problema complejo que requiere del compromiso colectivo.
A través de acciones concretas a nivel de país y el empoderamiento de los jóvenes, es posible frenar este fenómeno y trabajar hacia un futuro más sostenible.
La protección del Medio Ambiente es responsabilidad de todos, y cada pequeño esfuerzo cuenta en esta lucha por preservar nuestro planeta para las generaciones venideras.