¨Nunca es un niño más hermoso que cuando lleva entre sus manitas… una flor para su amiga…¨
Sirvan estas palabras de José Martí, uno de los más grandes pensadores americanos de todos los tiempos y apóstol de la independencia de Cuba, para introducir un tema que como todos los que formaron su ideario, tiene plena vigencia hoy, mañana y siempre.
Se trata de algo tan inapreciable, pero tan raro en nuestros días como la elegancia en el diálogo, la cortesía en el trato, la delicadeza del lenguaje y la conducta, forma de pensar y de actuar que para nada está reñida con la virilidad o la firmeza de opiniones.
En Cuba, país donde la educación es gratuita hasta el nivel superior, y donde los universitarios suman cientos de miles, lamentablemente no es práctica usual el ser corteses y mostrar esa ¨educación de cuna¨ que nos enseñaron padres y abuelos, algunos de ellos en el caso de mi generación, casi analfabetos, pero con un exquisito ¨saber comportarse¨.
Pobre iluso quien al llegar a un local repleto de personas del más variado tipo, sean profesionales, obreros, estudiantes, científicos, deportistas o soldados, espere la natural correspondencia a su ¨Buenos días, o buenas tardes, o buenas noches¨.
Cuando más alcance su elemental saludo, será un alzar la vista, que posiblemente resbale por sobre su figura como sobre un mueble cualquiera, y se reanudarán de inmediato (si es que se interrumpieron) las conversaciones.
Y decía nuestro Martí, que instrucción no es lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento y esta principalmente a los sentimientos.
Proliferan como las malas hierbas conductas de esta índole, algunas que rozan lo antisocial, como lanzarse improperios en plena vía pública, gritar las tan llevadas y traídas ¨malas palabras¨ sin razón alguna, y sobre todo, tratar a los demás con insolencia e irrespeto, independientemente de la edad del agraviado.
Así, cualquier mocetón sin camisa, vistiendo un short y calzando chancletas de baño conduce su bicicleta como si fuese un acróbata o persiguiera un record de velocidad, e increpa al anciano que apenas tiene tiempo para alcanzar la acera; subir a un transporte público es toda una odisea para las personas de la tercera edad o las embarazadas.
Pobre de quien se atreva a llamar la atención al irrespetuoso, que verá llover sobre sí y tal vez sobre sus ancestros todo tipo de injurias, hasta llegar en algunos casos a las amenazas de agresión física.
No está reñido con la hombría, la moda, la originalidad o las libertades, el comportamiento correcto y decoroso, el respeto al otro, sea un niño, una mujer o un anciano, todo lo contrario.
Decía Martí: ¨No es la inteligencia recibida y casual lo que da al hombre honor, sino el modo en que la usa y la salva…¨
Y agregó en otro de sus exquisitos pasajes: ¨la bondad es la flor de la fuerza…¨