Cuando se piensa en Fidel, casi siempre se lo asocia con la Generación del Centenario, la lucha en la Sierra Maestra o la perpetuidad de un liderazgo indiscutible en la Revolución Cubana. Pero Fidel también fue un joven. En esa etapa de su vida destacaron, entre otros rasgos, el rigor académico, el temple deportivo y la elocuencia. Como máximo representante del Movimiento 26 de Julio, lideró una revolución cimentada en sueños de progreso nacidos en la juventud.
Para el Comandante en Jefe, la juventud significaba ímpetu e ideas que brotan con rapidez. En numerosas intervenciones insistió en que sin el apoyo incondicional de los jóvenes nada podría lograrse. Su mirada estuvo siempre en las aulas, en los talleres, en las calles, donde la energía de la juventud convertía las ganas en proyectos tangibles.
Al lado de las nuevas generaciones, Fidel pareció contagiarse de esa energía que nunca se apaga. Cuánto disfrutó de cada graduación de nuevos profesionales; cuántas veces escuchó, con atención, las ideas más innovadoras. Su cercanía a estudiantes, profesores y trabajadores jóvenes creó un canal de diálogo que trascendía las diferencias de época y de función.
En cada etapa, la juventud dio su luz incondicional. Sus nombres quedan grabados en archivos, murales y memorias vivas que inspiran a nuevas generaciones a soñar con una Cuba más justa.
La crónica de Fidel no puede separarse de las redes de educación y salud que fueron sus grandes banderas. En cada campaña de alfabetización, en cada programa de estudio técnico, se vislumbraba un ideal: que la seguridad y la dignidad nacen del saber y de la capacidad de transformar la realidad.
Se dice que los jóvenes se parecen a su tiempo y, en cierto modo, es verdad. Pero más allá de las circunstancias, persiste en los jóvenes revolucionarios cubanos el ejemplo del Comandante. Él está en cada universitario, en cada obrero, en cada campesino joven que lucha por una Cuba mejor, soberana. Frente a las dificultades, brotan una tras otra las voces del futuro: ingenieros que rediseñan infraestructuras, médicos que llevan salud a comunidades aisladas, docentes que inspiran a generaciones, artistas que escriben la memoria de la nación, deportistas que llenan de triunfo; en fin, en cada espacio hay un joven que llena de orgullo.
Porque, como dijo y reiteró Fidel, creer en los jóvenes es creer en el futuro. Esa creencia no era solo un lema, sino un mosaico de acciones.
En la memoria histórica, la juventud ha sido motor de cambios, a veces de forma silenciosa, otras de manera contundente. Las comunidades o instituciones que hoy vibran con proyectos culturales, deportivos, de desarrollo local o agropecuarios sienten, en su día a día, la impronta de esa visión de un país que confía en su gente joven.