SOLIDARIDAD, SENTIMIENTO Y ACCIÓN

El sol brillaba en un cielo sin nubes; una brisa casi imperceptible apenas movía alguna que otra hoja de los árboles.

En el parqueo del estadio de pelota, medios constructivos o de transporte, grúas, retro-excavadoras, carros de las brigadas de la Empresa Eléctrica y muchos otros.

Funcionarios armados con aparatos Walkie-Talkie recibían o impartían órdenes.

Al lado de un bulldózer nuevo o recién pìntado de amarillo, un hombre alto y fuerte, de unos 50 años, miraba concentrado a lo lejos, mientras sus manos jugueteaban con una desteñida gorra, compañera quizás de largo tiempo y muchos chubascos compartidos.

Luego de recoger los datos necesarios para construir mi información, volví sobre mis pasos y le pregunté al obrero:

-¿A dónde van?

– A dondequiera que haga falta, compadre, no se sabe los estragos que haga el ciclón ni donde va a golpear más duro

-¿Y la familia?

-Bueno chico, mi casa no está mala, y protegí un poco las ventanas; allí están la vieja, mi hija y el nieto

-¿Y no te preocupa dejarlos atrás?

-Si dijera que no mentiría, pero sé que si pasa algo los vecinos ayudarán… mira, si la gente pensara nada más que en lo suyo, eso de socorrer al prójimo, la solidaridad sería un cuento.

Me sentí impresionado por esa definición tan sencilla como contundente hecha por un hombre humilde, de pueblo; quien me enseñó que el humanismo de que tanto se habla en nuestra sociedad está compuesto por muchos ¨poquitos¨, como decimos los cubanos.

Pero en esa mezcla no pueden faltar el sentimiento de amor a los necesitados y la capacidad y decisión personal de actuar para ayudarlos, sin pedir nada y sin medir sacrificios.

Una verdadera lección de altruismo ofrecida en pocas, muy pocas palabras.