El consumo de drogas es un problema de salud pública que afecta a todas las naciones, y Cuba no es la excepción. Aunque el país cuenta con un sistema jurídico severo y una cultura preventiva sólida, las crecientes dinámicas globales, como el turismo y las relaciones internacionales, han expuesto a la isla a nuevos riesgos. El tráfico de narcóticos en corredores internacionales y el incremento en la prevalencia de drogas denominadas porteras demandan una atención más integral y actualizada.
El Sistema Nacional de Salud de Cuba ha implementado medidas importantes para prevenir el problema y brindar atención a los afectados. Sin embargo, los retos que plantea este fenómeno requieren esfuerzos concertados por parte de las autoridades, las comunidades y las familias.
Es fundamental no solo visibilizar las consecuencias del consumo, sino también identificar soluciones viables desde una perspectiva multidimensional. Una sociedad informada y comprometida tiene mayores posibilidades de enfrentar este flagelo.
Definición y niveles de consumo de drogas
Las drogas son sustancias químicas que, al ser introducidas en el organismo, alteran el funcionamiento natural del sistema nervioso central. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas sustancias pueden generar dependencia, ya sea psicológica, física o ambas, lo que las convierte en un desafío significativo para la salud pública. El consumo de drogas se manifiesta en distintos niveles, desde la experimentación hasta la adicción.
En primer lugar, la experimentación suele surgir por curiosidad o presión social, donde las personas deciden probar una droga. Este paso inicial, aparentemente inofensivo, puede abrir la puerta a un consumo más continuo. Por su parte, el uso moderado se caracteriza por un compromiso bajo; se limita a situaciones específicas como fiestas, sin que ello impacte la vida laboral o familiar.
Sin embargo, cuando el consumo se intensifica, se entra en el abuso, con episodios de intoxicación, deterioro social y emocional, y cambios de conducta evidentes. Finalmente, la adicción representa la etapa más severa, en la que la droga domina la vida de la persona, afectando relaciones, salud y comportamiento. Este recorrido evidencia la gravedad del problema y la necesidad de abordarlo desde sus primeras etapas.
Panorama global y regional del consumo de drogas
A nivel mundial, el consumo de drogas sigue siendo alarmante. Según el Informe Mundial sobre Drogas de 2021, uno de cada 20 adultos en el mundo ha consumido drogas, y el 5 % de ellos utiliza sustancias a través de inyecciones. Entre los consumidores, solo uno de cada seis recibe tratamiento, lo que subraya un desfase significativo en la respuesta a esta problemática. Las drogas más consumidas son la marihuana, las anfetaminas, los opiáceos y los opioides, cada una con su propio perfil de riesgo.
En el continente americano, la prevalencia del consumo es notablemente alta. Se estima que el 24 % de los consumidores globales de drogas se encuentran en esta región, con América del Norte liderando las cifras. En países como Estados Unidos y Canadá, el consumo llega al 10,8 % de la población. Por el contrario, en América Central y del Sur, las cifras se estabilizan alrededor del 2,4 %. En el Caribe, incluida Cuba, la falta de datos específicos limita el entendimiento del problema, aunque su impacto no puede ser subestimado.
En cuanto a las diferencias demográficas, se observa que los hombres tienen una probabilidad tres veces mayor de consumir sustancias como marihuana y cocaína, mientras que las mujeres tienden al uso de opioides y tranquilizantes. Además, los jóvenes constituyen el grupo más vulnerable, siendo una prioridad para las políticas preventivas.
Situación en Cuba
Cuba, aunque con estrictas normativas legales, no está exenta del impacto global del consumo de drogas. Las actividades ilícitas relacionadas con la producción, distribución y tráfico de sustancias son severamente castigadas, pero estudios recientes alertan sobre un aumento preocupante en el consumo, especialmente entre los jóvenes adultos. Este fenómeno se ha reflejado en un incremento en los decomisos y la detección de sustancias ilícitas en el territorio nacional.
Durante el año 2021, se incautaron más de 4 toneladas de drogas en la isla, entre ellas marihuana, cocaína y anfetaminas. Además, se descubrieron más de 32,000 sembradíos de marihuana, con una alta concentración en provincias como Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo. Este panorama ilustra una creciente amenaza que compromete la estabilidad social y la salud pública.
El consumo de drogas en Cuba no solo se limita a sus consecuencias directas en la salud de los individuos, sino que también genera un impacto en el tejido social. Las autoridades enfrentan desafíos para frenar esta problemática en medio de un contexto económico y social que demanda soluciones integrales.
El auge del «químico
El llamado «químico» ha emergido como una droga particularmente devastadora en Cuba. Este compuesto, de alta peligrosidad, ha ganado terreno entre los jóvenes, especialmente aquellos con antecedentes de familias disfuncionales. Las consecuencias de su consumo incluyen trastornos psicológicos graves como psicosis y esquizofrenia, además de daños físicos irreversibles.
Los especialistas, como Jorge Rueda Gómez, psicólogo en Las Tunas, han destacado la magnitud de esta crisis, señalando que sus efectos no solo afectan al individuo, sino que erosionan el núcleo de la sociedad. Testimonios desgarradores, como el de un joven que inició su consumo a los 8 años, revelan la urgencia de tomar medidas efectivas para detener esta epidemia.
La prevalencia del «químico» es un reflejo de un problema mayor: la desesperanza que enfrentan los jóvenes en su entorno social. Este panorama demanda una intervención inmediata y coordinada entre las autoridades y la comunidad para prevenir más daños.
Acciones para la prevención y control
Cuba ha desplegado una estrategia integral para combatir el consumo de drogas y sus efectos devastadores en la sociedad. Las comisiones de lucha y prevención contra las drogas operan en los niveles nacional, provincial y municipal, alineando esfuerzos entre instituciones como los ministerios de Justicia, Salud Pública, Educación y del Interior. Estas comisiones se encargan de prevenir el uso indebido de sustancias, brindar atención a personas con adicciones y fomentar la educación ciudadana para la prevención. Además, aplican políticas jurídico-penales que abordan la gravedad del problema y promueven la colaboración internacional.
Un componente clave de estas acciones es el Programa Nacional Integral de Prevención del Uso Indebido de Drogas (PNIUID), que establece pautas para la capacitación del personal médico, la divulgación sobre los riesgos asociados a las drogas y la promoción de iniciativas comunitarias. Este programa, junto con el plan maestro contra el tráfico ilícito de drogas, ha resultado en la implementación de herramientas como la Línea Confidencial Antidroga y las consejerías “Cara a Cara”, que brindan soporte las 24 horas del día.
La seguridad marítima y costera también ha sido reforzada mediante la operación “Aché” y la técnica de “gancho ciego”, realizadas por el Ministerio del Interior (MININT). Estas iniciativas buscan interceptar el tráfico de sustancias ilícitas antes de que ingresen al país. A pesar de los progresos realizados, la lucha contra la drogadicción requiere una participación activa de todos los sectores de la sociedad para garantizar su efectividad.
Hacia posibles soluciones
Enfrentar el impacto de las drogas en Cuba demanda un enfoque holístico que integre a la familia, la comunidad y las instituciones gubernamentales. La prevención comienza en el hogar, con el fortalecimiento de los valores, el acompañamiento emocional y la comunicación abierta entre padres e hijos. Las familias deben desempeñar un papel activo para identificar riesgos y actuar a tiempo frente a comportamientos sospechosos.
Por otro lado, las comunidades tienen el potencial de convertirse en plataformas de apoyo mutuo, promoviendo una cultura basada en la empatía y la solidaridad. Es crucial desarrollar programas educativos dirigidos a jóvenes que les brinden herramientas para tomar decisiones informadas y resistir las influencias negativas. Asimismo, es fundamental ofrecer oportunidades que impulsen su desarrollo personal y profesional, mitigando así las causas profundas de la desesperanza y la desafección.
Finalmente, el fortalecimiento de políticas públicas que aborden la prevención, el tratamiento y la reinserción social de las personas afectadas por la drogadicción es esencial. Las soluciones deben contemplar no solo el control legal del tráfico y el consumo, sino también la creación de un entorno social que fomente el bienestar y el desarrollo integral. Solo con un compromiso colectivo será posible construir un futuro más saludable para la sociedad cubana.