La estrella en el corazón

“Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella. Su luz era así, como la que dan los astros”.

Esta es una de las múltiples maneras con las cuales el Héroe Nacional José Martí evoca la imagen de Ignacio Agramonte Loynaz, uno de los principales jefes mambises de la Guerra de los Diez Años (1868 – 1878) para liberar la isla de Cuba, gobernada por España con brazo de hierro ensangrentado.

Martí no coincidió por su edad en la lucha independentista de Agramonte, sin embargo evocó al insigne patriota camagüeyano en decenas de textos y discursos, durante los preparativos de la Guerra Necesaria en 1895.

¿Quién era el “héroe sin tacha” que alcanzó el grado del Mayor General al mando de una disciplinada y valiente caballería en la planicie insurrecta?

Víctima de su propia osadía cayó en combate frente a fuerzas españolas el 11 de mayo de 1873, en el Potrero de Jimaguayú, al sur de la otrora Villa de Santa María del Puerto de Príncipe, hoy Camagüey.

Había dejado a un lado las comodidades de una familia pudiente, en cuyo seno nació el 23 de diciembre de 1841, para colocarse al lado de los hombres y mujeres que emprendieron la marcha por el tortuoso camino en la formación de la nacionalidad cubana.

Aurelia Castillo en una semblanza de la vida privada del principeño, destaca:

“Me parece verlo. Era alto, delgado, muy pálido…con palidez de fuertes energías reconcentradas; su cabeza era apolínea; sus cabellos castaños, finos y lacios; sus pardos ojos…su boca pequeña y llena…sombrada apenas por un firme bigote: y su voz firme…”
Con 27 años de edad se incorpora a la lucha armada. Memorable la enérgica actitud sostenida en noviembre de 1868 frente a un grupo de vacilantes:

“¡Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan: Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España por la fuerza de las armas!”.

Durante su presencia en el campo insurrecto demostró dotes de dirigente político y jefe militar con una consecución de páginas de demostrada valentía e inteligencia en la formación de la caballería mambisa, cuyas cargas eran el terror de las tropas españolas; su huella en la primera constitución de la República en Armas (1869); su respeto por Céspedes, pese a las diferencias; el eterno amor por su Amalia (Amalia Simoni) en medio del fragor de la lucha; y el arriesgado rescate de Julio Sanguily , cuando al frente de una treintena de jinetes atacó a una columna española, casi cuatro veces superior en efectivos.

Al momento de su muerte, Agramonte era la figura más destacada del movimiento libertador, según señala una de sus biógrafas, la camagüeyana Mary Cruz.

Un artículo de Ciro Bianchi Ross (digital@juventudrebelde.cu) rememora la anécdota de cuando hacia el Camagüey se encamina el mayor general Máximo Gómez, nombrado por Carlos Manuel de Céspedes como sustituto del jefe caído.

Una avanzada de las tropas de Gómez se encuentra con una tropa de la caballería camagüeyana. ¿Quiénes son ustedes?, preguntan. Somos la avanzada del mayor Máximo Gómez, responden los recién llegados.

—¡Ah! —exclaman los camagüeyanos. Dirán ustedes del mayor general Máximo Gómez, porque aquí no hay más mayor que Ignacio Agramonte.

Con el pasar de los años, la imagen de este preclaro luchador independentista no languidece, educa a las nuevas generaciones de cubanos, pues, como escribiera Martí:

“Su luz era así, como la que dan los astros…”

Fuentes:
Ignacio Agramonte: como la luz que dan los astros. Ellugareño. blogspot
Así era Ignacio Agramonte. Ciro Bianchi Ross , digital@juventudrebelde.cu
Ignacio Agramonte en la vida privada. Aurelia Castillo