La calle de los cines en Camagüey

Por Manuel Villabella.

En el hermosa y cuidado quehacer de embellecimiento en nuestro Camagüey, al cumplirse su medio milenio de fundado, llama la atención por su buen gusto y belleza, la primera artería de la calle Ignacio Agramonte, llamada por algunos “la calle de los cines”.

Y no es que se vaya a sustituir el nombre de El Mayor, que tantos años transcurrieron sin que prestigiara una de nuestras vías principales. Nuestro Ignacio estaba confinado a la calle Cristo, mientras que don Tomás Estrada Palma, politiqueramente, le había usurpado (él no, sus “guatacas”) una de los pasajes principales de la otrora villa de Santa María de Puerto Príncipe.

La calle, todo indica que antes del siglo XIX, ya la llamaban Soledad. Era extensa, lo es hoy día, solo que algunos refieren que en años pretéritos, después que se transitaba la enlodazada Plaza de la Soledad, con sus caballos amarrados a los pretiles para estos fines, enclavados alrededor de la parroquia, no llegaba a los confines de nuestros días y que fue creciendo paulatinamente.

Pero la artería principal ya era conocida como Soledad, allí, en la otra plaza, la de la Merced, convertida en una gran explanada, donde se asentaban circos, funámbulos y volatines, llegados a la villa, para sobrevivir y entretener al aburrido pueblo, ya se alzaban algunas mansiones en derredor, entre ellas la que posteriormente sería de la familia Agramonte y se extendía desde donde se encuentra el edificio del Correo, hasta la propia fortaleza de los Agramonte, “bunker” que posteriormente fue dividido.

Ya en las primeras décadas del siglo XX, cuando surge el cinematógrafo, primero silente, luego hablado con el primitivo método del llamado vitaphone, fue precisamente en esta calle, en el reducido inmueble que ocupa hoy el establecimiento de dicado a comidas italianas, en la calle Ignacio Agramonte.

En realidad esta calle no la podemos enmarcar,  en aquellos tiempos como “de los cines”. En los años veinte, del pasado siglo, donde hoy se encuentra el cine Encanto, se estableció un dinámico bodeguero que permaneció allí por muchos años, posteriormente, el local fue ocupado por la Sociedad El Lugareño, de esparcimiento y recreo, que pretendían rendir homenaje a nuestro Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño, tan mal tratado por los camagüeyanos, que ni un mísero busto de él se encuentra en ningún lugar. Solo lleva su nombre el edificio monumental de apartamentos, aunque en alguna ocasión recuerdo que pretendieron borrar de allí también su nombre, pero por fin prevaleció la defensa sensata de un inteligente.

Fue en la década de los años treinta que el empresario Manuel Ramón Fernández, propietario del circuito cinematográfico a los que pertenecían los cines Principal, Apolo y Social, abrió el Encanto.

Era un cine encartonado, su vestíbulo amplio estaba sustentado en cartonería bien decorada, con sus carteles y afiches de las películas que se exhibirían, sin embargo el cine Encanto, contaba con una excelente clientela, ya que proyectaban infinidad de películas mexicanas y estas producciones comenzaron a crear un público, sobre todo en los años del cuarenta—a raíz de la Segunda Guerra Mundial–, cuando se hicieron famosos, Jorge Negrete, María Félix, Pedro Armendáris, y ni que decir de Mario Moreno “Cantinflas”, y muchos otros.

Donde hoy se encuentra el Casablanca era una tiendecilla pequeña dedicada a la venta de quesos, frutas y golosinas, con anterioridad, según algunos, hubo allí un pequeño cine, pero estuvo funcionando poco tiempo.

Fue Armando Garrido, que anteriormente era propietario del Principal, Apolo, Encanto y Social, el que al vender a la empresa norteamericana Paramaont Picture estos cines y teatros, edificó el Casablanca, no en honor de su esposa Blanca Fernández, como algunos creen, sino para que se inaugurara el cine con la famosa cinta “Casablanca”, protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, que se encuentra entre las diez mejores películas de la Historia del Cine.

Como vemos, la vía no es muy apropiada para ser llamada “la calle de los cines”, pero no es menos cierto, que después del triunfo de la Revolución y la inserción en esa cuadra de la sala de video Nuevo Mundo, batallar del crítico camagüeyano, Luciano Castillo, la cuadra se fue animando con el nuevo aporte de la tecnología digital y los escogidos títulos que se presentaban.

Hoy día, Casablanca fue divido en salas reducidas, como prevalece el cine universalmente, el Encanto, rinde su cometido, áreas que eran antiguamente tiendas de venta de muebles se transforman para acoger la crítica y como sede del Festival de Cine, iniciativa de Armando Pérez Padrón y el incansable Juan Antonio García Borrero, uno de los más prestigiosos estudiosos del cine en el país, desde su “huronera” del Camagüey.

Pues bien, para mí esta es actualmente la “calle de los cines”, no hay otra igual en el país y posiblemente, con estas características en otros países de nuestra América.

Es un privilegio, un goce, transitar por la calle y en vez de encontrarnos con el  cartel de la Cafetería Lavernia, o el anunció lumínica de la Peluquería Josefina o las confecciones femeninas Inclán, saludar con una inclinación al señor Humphrey Bogart, porque tengo siempre la sensación que me está mirando y me sonríe.