Las huellas en 153 años de la Revolución cubana

A media mañana de aquel sábado 10 de octubre de 1868,  la campana repicó para un llamado distinto en el ingenio La Demajagua, que por entonces vivía años de prosperidad en los campos cañeros y  la producción azucarera. La hacienda estaba enclavada en la jurisdicción de Manzanillo, en la región oriental de la Isla de Cuba, y pertenecía a la familia del abogado Carlos Manuel de Céspedes. Según consignan historiadores, una veintena de hombres y mujeres negros salían del barracón. Puede ser que sus rostros mostraran expresiones de  asombro, sobre todo cuando se unen a medio millar de hacendados, campesinos asalariados  y ex -esclavos que horas antes, a caballo y a pie, habían acudido al lugar.

Para esa fecha, una mezcla de culturas aborigen, española y africana había formando un hombre nuevo: el criollo es un sujeto  que toma conciencia de sí mismo y muchos se reconocen como alguien diferente al “español”, con un sentido de pertenencia a la tierra, la cual defendían como una propiedad que no se dejaban usurpar por manos ajenas.

En las primeras palabras a los congregados, bajo un sol brillante que alumbró el primer día de independencia, el líder del movimiento independentista Céspedes (1819-1874) destaca:

“Señores: la hora es solemne y decisiva. El poder de España está caduco y carcomido. Si aún nos parece fuerte y grande, es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. ¡Levantémonos!”.

 Con una clara convicción de aquella jornada se dirigió igualmente hacia la gente de color oscuro:

 «Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar la independencia»(…)»Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como los demás».

Según datos de 1862, del total de un millón 359 mil habitantes, unos 500 mil eran de la denominada gente de color, supuesto peligro que esgrimían los ideólogos colonialistas para frenar el movimiento emancipador. (Cubadebate, 9 octubre 2013)

La abolición de la esclavitud fue consignada meses después, el 10 de abril de 1869, en el artículo 24 de la Constitución de Guáimaro fue plasmado el principio «Todos los habitantes de la República son enteramente libres».

Para este momento histórico son determinantes los cambios en Europa, como la Revolución francesa y la implantación de la constitución en España, y la posterior influencia de la independencia de México, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Estados Unidos y otras naciones en América, constituyeron opciones en el desarrollo del pensamiento de los naturales de la mayor isla antillana.

 La historiadora camagüeyana Elda Cento (1952-2019) destaca “[…] Vista Cuba en su totalidad –entendida esta como un horizonte-las huellas de un independentismo primigenio,  de raíz bolivariana y latinoamericanista, son muy numerosas. No podía ser de otra manera.”

Como antecedentes hay que referir la forja de la identidad del criollo en la defensa de la villa de Guanabacoa dirigida por Pepe Antonio, ante la toma de La Habana por los ingleses en el año 1762;  un siglo y medio antes, en 1603, los bayameses tomaron las armas para defender, ante las autoridades españolas, su derecho de subsistencia a través del comercio de contrabando. También hay que tener en cuenta las sublevaciones de los vegueros entre 1717 y 1723, ante el establecimiento del Estanco del Tabaco, lo cual facilitaba a los peninsulares un provechoso negocio.

La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, por el incontrolable caudillismo y regionalismo, indisciplinas y la ausencia de un mando único desatado entre los cubanos que hicieron fracasar la unidad. En 1878, el habilidoso general español Arsenio Martínez Campos propuso al mando cubano el llamado «Pacto de El Zanjón», tras el cual se disolvió la cámara de representantes y se nombró una comisión para la capitulación.

Muchos de los criollos en guerra, sobre todo en la parte oriental de la isla, no aceptaron las enmiendas del pacto, e incluso lo hicieron notar públicamente como fue el caso del Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo, que protagonizara la Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878.

Poco después, durante los años del “reposo turbulento”,  se organizó sin fruto alguno la Guerra Chiquita, pero fue apareciendo en la vida política cubana, dentro y fuera del país, la figura culminante de las luchas por la independencia: José Martí, quien en 1892 constituyera el Partido Revolucionario Cubano, con el principal objetivo de la unificación de los revolucionarios.

Los cubanos se lanzan de nuevo a la manigua redentora el 24 de febrero de1895. Los pinos nuevos se unen a Máximo Gómez, uno de los dirigentes supremos de la revolución de 1895, y a la verticalidad patriótica de Antonio Maceo para extender la guerra a toda Cuba, con la invasión desde oriente a occidente

Por otra lado, el poder de España se debilitaba rápidamente con su política de «Hasta el último hombre y hasta la última peseta». En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. La patriotería yanqui secuestra los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista.

La “guerra necesaria y justa” que predicaba Martí concluía de una manera abrupta, sin embargo el fin de la doctrina martiana, forjada en los valores morales y éticos que habían forjado a la nacionalidad cubana, fue inspiración en la continuidad de la lucha.

 En la epopeya independentista iniciada hace 153 años, miles de negros esclavos  o libres y representantes de otras naciones formaron parte de las tropas mambisas (insurrectos cubanos). También los hombres y mujeres de color oscuro lo hicieron en la gesta emprendida en 1895 y, más adelante en la historia patria, formaron parte de las fuerzas rebeldes que triunfaron en enero de 1959, y desde entonces hemos sido una ¡Cuba soberana, con todos y para el bien de todos!

“Nuestra Revolución, con su estilo, con sus características esenciales, tiene raíces muy profundas en la historia de nuestra patria.  Por eso decíamos, y por eso es necesario que lo comprendamos con claridad todos los revolucionarios, que nuestra Revolución es una Revolución, y que esa Revolución comenzó el 10 de Octubre de 1868”. (Fidel en el centenario de la gesta, el 10 de octubre de 1968)