Camagüey enamora y atrapa con su sencilla belleza

Dicen los que saben que todo empezó hace más de QUINIENTOS años en un lugar llamado Punta del Guincho, hoy Nuevitas.
Después se hicieron las calles de adoquines, las casas de barro,la gente de congo y carabalí, hasta una revolución allá por el MIL NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE y una declaración de Patrimonio de la Humanidad, la cual confirmó que no fue en vano levantar un pueblo de la nada.
Ayer Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey. La ciudad termina el año con aires de renovación. Nuevos hostales, parques, escuelas y hospitales rehabilitados se alzan a la vista de las miradas. Entonces se viste de fiesta.

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Por las mañanas usa ropa fresca porque el sol penetra hasta en sus suelos adoquinados en señal de que el calor no quiere despedirse como lo está haciendo el DOS MIL QUINCE.
En la noche esta aún más elegante, sus brillantes vestidos advierten que ha cobrado vida. Se convierte así en la anfitriona para amigos y enamorados que prefieren la multitud de sus calles y parques a la tranquilidad de las casas.
Una ciudad donde convergen lo antiguo y lo moderno, con una arquitectura como tallada por las manos de un artista. El arte la lleva a flor de piel, le corre por las venas. Vivo ejemplo son los grupos danzarios, musicales y de teatro que tienen la dicha de haber nacido en cuna agramontina.
¿Qué tiene Camagüey que enamora y atrapa?¿Que nos hace volver cuando hemos partido?¿Sera la gente, será el agua afrodisíaca de sus tinajones, o será su sencilla belleza que muestra coqueta sin mantos ni prejuicios?
Aunque un día fuera Santa, hoy es suave comarca de pastores y sombreros. La ciudad de las iglesias, de Dolores Rondón y el Santo Sepulcro, de amantes como Amalia y Agramonte, de Carlos J. Finlay,la Avellaneda y Nicolás Guillen. Les sobró prosa a estos poetas y a pintores para describirla, para hacer de ella perpetua también en los libros y los lienzos.
Y es que Camagüey sigue siendo leyenda. A los que vivimos en esta tierra llana nos toca conservar todo su patrimonio tangible e intangible de más de QUINIENTOS años, y escribir otras historias, nuestra propia historia. De esta forma transitaremos por las calles de la ciudad, en cámara lenta sin prisa alguna, para disfrutar de las postales citadinas, y de su gente común.