Zoonosis: la amenaza invisible

Las enfermedades que pasan de animales a humanos representan un peligro constante y creciente para la salud global. Conocidas como zoonosis, estas infecciones constituyen más del 60% de los patógenos emergentes según datos de la Organización Mundial de la Salud. La pandemia de COVID-19, cuyo origen se vincula a murciélagos, demostró con crudeza el potencial devastador de estas transmisiones entre especies.

La destrucción acelerada de ecosistemas naturales y el comercio indiscriminado de fauna silvestre están acortando peligrosamente la distancia entre humanos y virus desconocidos. Los mercados de animales vivos, donde diversas especies se mezclan en condiciones insalubres, se han convertido en focos ideales para la aparición de nuevas mutaciones virales.

A esto se suma que la globalización permite que un brote local se transforme en crisis mundial en cuestión de semanas, como ocurrió dramáticamente con el SARS-CoV-2.

La COVID-19 dejó lecciones críticas que aún no hemos asimilado completamente. Aunque la OMS declaró el fin de la emergencia sanitaria en 2023, el virus sigue circulando y evolucionando. En los primeros meses de 2025 se detectaron nuevas variantes con mutaciones preocupantes, mientras muchos países relajaban sus sistemas de vigilancia epidemiológica. Los expertos advierten que esta complacencia podría tener consecuencias graves ante futuras amenazas zoonóticas.

Otras enfermedades transmitidas por animales mantienen en alerta a la comunidad científica. La influenza aviar muestra una capacidad inquietante para saltar entre especies, mientras el ébola sigue siendo una de las infecciones más letales que conocemos. En regiones con menos recursos, la rabia continúa cobrando miles de vidas cada año, principalmente entre niños.

Frente a este panorama, la preparación global sigue presentando graves deficiencias. El reciente Acuerdo sobre Pandemias de la OMS representa un avance, pero persisten desafíos cruciales como la desigualdad en el acceso a vacunas y la falta de sistemas de alerta temprana en muchos países. El cambio climático añade otra capa de complejidad al expandir el hábitat de mosquitos y otros vectores de enfermedades.

La historia reciente nos muestra que las zoonosis no son amenazas hipotéticas, sino riesgos concretos y recurrentes. La COVID-19 no será la última pandemia que enfrentemos, y la próxima podría ser aún más severa. La solución requiere un enfoque integral que combine protección de ecosistemas, mejora de los sistemas sanitarios y cambios profundos en nuestra relación con el medio ambiente. El tiempo para actuar es ahora, antes de que la próxima amenaza invisible se convierta en otra catástrofe global.

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