Producir sí, claro… pero con eficiencia

Quién dudaría de que 2017 fue uno de los peores años para la agricultura y la ganadería en   Camagüey desde el punto de vista material, debido a la intensa sequía que afectó al territorio durante una buena parte de ese lapso, y  el devastador huracán Irma, que dañó miles de hectáreas de cultivos y destrozó numerosas unidades productivas, fundamentalmente en las ramas avícola y porcina.

Por ello, calificaría de aceptable un desempeño en el que hombres y mujeres dieron lo mejor de sí y se acercaron a los niveles previstos inicialmente, cuando no se pensaba que vientos cercanos a los 200 kilómetros por hora derribarían todo a su paso.

Sin embargo, hay un aspecto en el que es necesario insistir una vez más, y es en el control económico, pues cada centavo que se gasta repercute en la delicada economía nacional, lastrada desde hace más de medio siglo por el bloqueo, y sujeta a los veleidosos movimientos  de las finanzas en el orbe.

Por ejemplo, al cierre del año  cuatro empresas del Ministerio de la Agricultura en Camagüey pagaron salarios sin respaldo productivo, algo imperdonable por su repercusión no solo en los fondos del Estado, sino en el orden y la disciplina que debe prevalecer en todo proceso, especialmente cuando se trata de dinero.

Y nadie duda de la disposición de cualquier colectivo a sobreponerse a las dificultades; pero la vida impone la necesidad de pagar solo lo que tiene valor, sea un artículo de perfumería, un ladrillo, un servicio, un saco de viandas o un litro de leche.

Puede haber un equipo roto, puede haber carencias de repuesto, puede haber falta de recursos o de financiamiento para adquirir algún medio tecnológico más eficiente, pero lo i imperdonable es que el hombre o la mujer en determinado puesto laboral se conforme con esa dolorosa realidad y mire hacia otro lado cuando se presenta la oportunidad de hacer lo suyo, poner su inteligencia, sus fuerzas y su fuego interior en tensión para hallar una respuesta.

Tal afirmación es válida para todos los sectores y en todos los momentos, desde el torno hasta el laboratorio, la fábrica, el surco o el central, el aula o la consulta médica.

Es un patriota de excepcional mérito ese hombre o mujer que amanece en su sitio de labor, haya calor o frío, lluvia o fango, y en el caso de los agricultores, con una yunta de bueyes, a punta de azadón o con un tractor defectuoso y sobre-explotado, sin repuestos y con poco combustible, hace bien su tarea.

 Ese mismo trabajador que al final del día se pregunta inconforme si pudo hacer más , al tiempo que se proyecta hacia la siguiente jornada con un deseo de búsqueda incesante y acuciosa de la eficiencia.

Tales protagonistas de nuestras realizaciones cotidianas son los que tienen más rendimientos por hectárea, los que cosechan más viandas, los que entregan más leche o carne, los  que pueden reparar motores cuando otros renuncian, los que llegan al aula o a la consulta médica con la sonrisa en el rostro, los que no se rinden y siempre dan otro paso hacia adelante.

El cansancio es lógico, y hay que sentarse a tomar un segundo aire, pero hay que levantarse luego para continuar con el mismo brío, y sobre todo, con el objetivo bien claro y la esperanza brillando en la mirada, solo así saldremos adelante.