Ellas son el color y la alegría

Si esto fuese una crónica a las madres en su día, pudiera  escribir que son como arcoíris personales que llenan de color y alegría el mundo de cada niño, o que son como rayos de sol que iluminan la vida y multiplican el amor y la sonrisa desde los primeros instantes en que abrimos los ojos al mundo.

Podría escribir que el sentimiento por aquellas que nos dieron la vida, es como una cascada de espuma que nos recorre el cuerpo y se desborda bien arriba,  mucho más arriba del corazón.

Se llenarían estas líneas de rosas, de jazmines y begonias, y  de imágenes inventadas o aprendidas en los libros, o escuchadas de labios de los viejos poetas de larga y blanca  barba.

Si me guiara por análisis y datos, podría decir que en sitios como el Parlamento Cubano, las mujeres constituyen más de la mitad,  que la inmensa mayoría de ellas  tienen hijos, e incluso más de una ha sostenido un nieto en su regazo.

En ese mismo estilo de quienes  gustan de  estadísticas, sería muy fácil escribir que ellas, las que son o serán madres, constituyen la mayor parte del universo de científicos, médicos, enfermeras, y maestros que tanto hacen cada día para construir el presente y el futuro.

Pero de bien poco servirían párrafos y más párrafos, hileras interminables de palabras y montones de cuartillas, todas parecerían sin sentido si este domingo de mayo no estás a mi lado, si no te estrecho entre mis brazos, te digo cuanto te quiero  y coloco en tu frente amada el más cálido beso,  madre mía.