Hace pocos se realizaron las actividades por el cierre del verano en la zona del Casino Campestre. El ambiente era casi el mismo de siempre con niños y sus acompañantes, adolescentes, vendedores y camagüeyanos de paso. Sin embargo, un detalle no pudo pasar desapercibido: la música.
En este espacio, habitual para la familia camagüeyana, se escuchaba cualquier melodía menos la infantil. Quizás pasó porque ya habían culminado las actividades y era cercano a las doce del mediodía, pero aún habían menores en la zona. Este panorama me llevó a reflexionar sobre esta realidad; no es secreto para nadie que los niños cubanos no están ajenos a la música de adultos, entre ellos el reguetón y el reparto. Esta es una cuestión netamente personal pues para gustos colores y cada quien escucha a su gusto y preferencia. Sin embargo que sucede cuando este panorama se traslada a espacios públicos.
En los últimos años, la música urbana ha conquistado un espacio cada vez más amplio en Cuba, extendiendo su influencia a diversos ámbitos de la vida cotidiana. Su presencia se hace notar tanto en animadas festividades como en vibrantes eventos de clubes, además de dominar las plataformas digitales, donde se consolida como un fenómeno cultural imparable.
Es la moda y lo que suena bien en opinión de muchos, entre ellos las nuevas generaciones. Este ambiente musical para niños y adolescentes no es solo en ambientes públicos masivos, pues se puede ver en áreas de juegos y hasta en actividades escolares. Nunca pasa desapercibido, pero siempre es demeritado. ¿ Quién selecciona la música?, ¿quién controla? o ¿ cada eslabón de la cadena cumple su función para hacer frente a esta problemática?
El 21 de mayo de este año Cubadebate publico en su sección de especiales un trabajo titulado El reparto en Cuba: ¿ Innovación cultural o crisis de identidad?. En el mismo se mostró resultados de estudios y análisis realizados por dos destacados grupos del Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC), los cuales se enfocan en el Consumo Cultural y en las Industrias Culturales y Creativas. Los datos presentados arrojaron que:
- Preferencias musicales por edades: Más del 90% de los menores de 18 años prefieren el reguetón, según el estudio nacional de consumo cultural de 2023.
- No hay diferencias significativas entre jóvenes de áreas urbanas y rurales en la preferencia por el reguetón.
- Impacto de la música urbana latina en las plataformas digitales: En 2017, las reproducciones en Spotify de música urbana latina crecieron un 119% respecto al 2014.
- En 2023, artistas como Bad Bunny, Karol G y Anuel AA alcanzaron 8.96 mil millones de visualizaciones en YouTube.
- Ingresos y ventas del género: En 2019, la música urbana latina representó el 34% de las ventas globales por streaming, equivalentes a 3.026 millones de dólares.
- Las giras de artistas como Daddy Yankee y Bad Bunny generaron 347 millones de dólares en 2023.
- Proyección social en redes digitales: Los exponentes del reparto superan ampliamente a artistas de otros géneros en número de seguidores en plataformas como YouTube e Instagram.
- El storytelling y los retos (challenges) son estrategias clave que viralizan canciones y crean comunidades entre los seguidores.
El Ministerio de Educación, por ejemplo, establece que en los centros solo se debe escuchar música infantil e himnos y marchas patrióticas que están en el repertorio musical para cada grado y que se debe fomentar a partir del trabajo de docentes e instructores de arte. Pero, ciertamente a medida que los estudiantes crecen y gracias al uso de dispositivos tecnológicos es más difícil controlar lo que escuchan. No obstante, esta norma esta dentro del reglamento escolar.
Por otra parte, no existe reglamentación específica para la música en cafeterías, restaurantes, bares y medios de transporte; solo se apela al sentido común y la comodidad individual. Solo está regulado el volumen, y se viola en muchos casos. La ausencia de normas claras sobre el contenido musical en lugares como parques o transportes públicos permite que prevalezca el “sentido común” individual, que frecuentemente prioriza modas sobre adecuación.
Este es un tema de perspectiva: por un lado quienes no les importa y prefieren, por el otro los que gustan de la musica adecuada a la circunstancia. La clave esta en espacio público y privado. En el hogar se pone la musica de preferencia y se enseñan las canciones a los niños, estén o no acorde a su edad, y espacios públicos moderar y censurar canciones totalmente inapropiadas.
El debate no debe reducirse a “censura vs. libertad artística”, sino a cómo garantizar que los espacios públicos respeten la diversidad de audiencias (niños, adolescentes, adultos). Mientras en privado cada familia decide, en lo colectivo es necesario consensuar estándares éticos.
Realmente es muy triste mirar a una niña de cinco años perrear hasta el piso mientras espera su turno para subir al juego infantil.