La vez que el generalísimo manifestó temor

No, no se apresure usted a romper lanzas en defensa de la bravura indiscutible y el total desprecio por el peligro en lo personal, de que hizo gala el insigne mambí durante las dos guerras por la independencia cubana en las que participó, dirigió y venció.

De una serenidad a prueba de los mayores riesgos y con una capacidad extraordinaria como estratega y aglutinador de hombres, Máximo Gómez Báez se ganó a fuerza de sencillez, coraje, sentido de la justicia, desinterés por lo material y fidelidad ilimitada a la causa mambisa, el respeto de amigos y enemigos, y cuentan que trataba a su tropa y era tratado como un padre, aunque eso sí, rudo y severo como pocos.

Basta señalar que entre sus soldados más cercanos, a quienes contribuyó a formar en el difícil arte militar, figuran Antonio y José Maceo, paradigmas del soldado cubano que en medio de las más difíciles condiciones, supo enfrentar y vencer en mil batallas a fuerzas muy superiores en número y armamento.

Pero coinciden numerosos estudiosos, y entre ellos el doctor en Ciencias Históricas Joel Cordoví Núñez, vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba (*) en que aquel dominicano nacido el 18 de noviembre de 1836, no solo era hombre de armas, sino un pensador avanzado y de principios antiimperialistas.

Cuenta el especialista que Gómez formulaba llamados a defender la independencia, pero también a luchar por la soberanía y por la cultura, a preservar por encima de todo ¨la historia y la bandera¨.

Refiere el doctor Cordoví Núñez que en carta escrita en 1901 al puertorriqueño Sotero Figueroa, le hablaba el viejo guerrero de los peligros que corría Cuba y le confesaba tener mucho miedo, no ese temor que envilece a los humanos ante el peligro, sino la apreciación cabal y responsable de cara al incierto y ominoso futuro que enfrentaba la sufrida isla, despojada por el interventor yanqui cuando ya casi acariciaba el añorado anhelo independentista.

Al salvaguardar la historia y la bandera, afirmaba el generalísimo, se legarían a las futuras generaciones no solo los hechos más o menos heroicos de los mambises en su gesta gloriosa, sino el espíritu independentista, de soberanía nacional para anteponerlos como valladares supremos ante los embates de una cultura extraña, avalada por un desarrollo industrial vertiginoso.

Ideas claras y brillantes, como el filo de aquel machete invicto en mil combates, y que mantienen hoy mayor vigencia que nunca antes, cuando los oropeles nublan el pensamiento de algunos ingenuos, que no perciben una verdad indiscutible y absoluta: cambian los medios pero no los fines.

(*) Entrevistado por Felipa Suárez Ramos, semanario trabajadores 14-nov-2016