La Fuerza que moldea a Cuba

Si, Cuba tiene un latido propio, un ritmo que persiste a pesar de los huracanes y las sequías, ese ritmo lo marcan sus mujeres, no con tambores, aunque también, sino con el repiqueteo constante de sus pasos sobre el asfalto caliente. Son el motor silencioso y a la vez estridente que empuja la vida día a día.

Es agosto, meses federadas y es esta una crónica para ellas, para las que cargan la isla a cuestas con una elegancia feroz y una sonrisa que desarma.

Se les ve al amanecer. Son las primeras en la cola. La cola, ese ritual social y económico que define la cotidianidad, tiene casi siempre rostro de mujer. Con el carnet de abastecimiento en una mano y una bolsa de tela reutilizable en la otra, calculan, strategizan, negocian.. La adquisición diaria de alimento no es un acto doméstico, es una proeza logística, un ejercicio de paciencia infinita. En sus miradas hay una determinación que no admite derrota. No pueden permitírselo; son las guardianas de la mesa, las alquimistas que transforman lo escaso en sustento..

Pero reducir su existencia a la lucha por la supervivencia sería una injusticia.  La mujer cubana es un caleidoscopio de roles. Es la doctora en el hospital que salva vidas con recursos limitados, pero con una vocación que suple la falta de medicamentos..

Es la profesora que,  siembra semillas de futuro en la mente de los niños. Es la investigadora que gana premios internacionales, poniendo el nombre de Cuba en alto en el mundo de la ciencia.

Y por las tardes, cuando el sol cae, pintando las fachadas de un color melancólico, se transforman. La que por la mañana era ingeniera, ahora es la bailarina en una casa de cultura, moviendo las caderas con una gracia ancestral al son de la salsa. La que era contadora, se convierte en la artista que pinta cuadros vibrantes vendidos en galerías del Malecón. La que lucha con la libreta de abastecimiento, es la misma que teje redes de apoyo, increíbles con sus vecinas, creando una familia extendida que es el verdadero sustento emocional de la sociedad.

Hablar de la mujer cubana es hablar de una resistencia adornada con flores. Llevan la alegría como un acto de rebeldía. Visten colores vivos que desafían la grisura de los edificios. Se arreglan el pelo con trenzas elaboradas y se ponen sus mejores aretes, aunque solo vayan a bajar la basura. Su elegancia no es vanidad; es dignidad. Es la afirmación de que, por dentro, el espíritu no se doblega.

Ellas simplemente se levantan y hacen lo que hay que hacer, por los hijos, por la familia, por no quedarse atrás. En su isla caribeña, les toca ser fuertes por partida doble: por ser cubanas y por ser mujeres, pero también saben reírse de ellas mismas y bailar hasta que se vaya la luz..

Las mujeres cubanas son el pilar y el adorno, la base de concreto y la capa de pintura fresca. Son realistas, porque la vida les ha enseñado a serlo,  nunca pierden la capacidad de soñar. Cargadas de historias, de duelos por la familia dividida entre dos orillas, y de una esperanza testaruda, son las arquitectas de la resiliencia.

No son un monumento. Son verbo en presente: luchan, crean, sostienen, aman, cambian. Son el presente más vibrante y el futuro más prometedor de la isla. Ante todo, y sobre todo, son Mujeres. Con mayúsculas.

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