El alzamiento de los camagüeyanos en 1868 (+VIDEO)

En la parte oriental de la Isla, Carlos Manuel de Céspedes, en el ingenio “La Demajagua” había iniciado el 10 de octubre de l868 la lucha armada contra la metrópoli española. La noticia del alzamiento anticipado, para evitar la reacción de las fuerzas gubernamentales, sorprendió a los conspiradores camagüeyanos.

 Uno de sus líderes, Salvador Cisneros Betancourt, Márquez de Santa Lucía, se encontraba en La Habana, mientras que el joven abogado Ignacio Agramonte y otros criollos de buena ley estaban en la añeja Villa de Santa María del Puerto del Príncipe en las coordinaciones para el recibimiento de un embarque de fusiles y municiones para el levantamiento armado.

¿Cómo imaginarnos aquella villa   declarada en “estado excepcional del Distrito de Puerto Príncipe” por el Teniente Gobernador español, Julián Mena, para impedir que la insurrección se expanda por esa región de la Isla?

La historiadora Mary Cruz  en su libro «El Mayor» describe que por esa fecha el poblado parecía deshabitado. «En el convento de la Merced, en el centro de la localidad, se instalan las fuerzas ibéricas. Una batería de artillería apuntaba a las calles Mayor y Candelaria. Ese improvisado campamento militar estaba, precisamente, situado frente a la casa de los padres de Agramonte, quien había permanecido clandestinamente en el poblado para asegurar los trabajos de la Junta Revolucionaria».

Los primeros días de noviembre se multiplican las reuniones conspirativas de los criollos. La disyuntiva era iniciar el combate a las tropas del régimen español o esperar por las armas que traería desde Nassau el camagüeyano Manuel de Quesada Loynaz. El día cuatro, un grupo de 76 conspiradores del Camagüey se suma a la Guerra de Independencia, en el lugar conocido como el paso de “Las Clavellinas, en el rio “Saramaguacán”, una docena de kilómetros al norte de Puerto Príncipe.

La MS.c María Delys Cruz Palenzuela menciona hoy, en un artículo periodístico por el 152 aniversario, el punto de vista del joven revolucionario Eduardo Agramonte Piña, quien escribió: « (…) El movimiento de Bayamo y Manzanillo no podía dejar de tener eco en Puerto Príncipe, y el 4 del corriente, llegados los ánimos al colmo de la exaltación, más de cien hombres, casi todos de los más ricos y principal de Puerto Príncipe, dieron el grito de libertad (…)»

Mientras organizaba a los grupos alzados en la provincia, Ignacio Agramonte tiene noticias de la orden de su detención y junto a su hermano Enrique y un criado de la familia, marchan hacia el ingenio Oriente, situado al oeste del territorio, cerca del poblado de Sibanicú. Ya estaba, al fin, junto a la exigua tropa insurrecta como un soldado más. Tiene 27 años. ¿Estaba preparado para la lucha? Cualquier afirmación sería especular en temas históricos, pero me atrevo a enumerar las habilidades en el manejo de la espada y florete, y el entrenamiento en el gimnasio durante sus años estudiantiles.

  También hay que tener en cuenta que durante su permanencia en Barcelona, el adolescente había presenciado realidades en una de las ciudades más progresistas de España, y por tal razón, ya en Cuba, sus puntos de vistas coincidían más con aquella mayoría de residentes en la Isla que se consideraba diferente al “español”.

La biógrafa de Ignacio Agramonte, Mary Cruz, acota que «en su apasionado fervor, le dolía no haber estado entre quienes asaltaron por sorpresa a la guarnición del pueblo de Guáimaro»

Como parte de la tropa insurrecta muy pronto demostró sus dotes de dirigente, cuando en una reunión en el Paradero de Minas, el 26 de noviembre de 1868, enfrenta a un grupo de sumisos a la metrópoli española. Agramonte replicó: “Basta ya los cabildeos….Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España por la fuerza de las armas”. Para esa fecha ya estaba consolidado el alzamiento de los camagüeyanos, bajo la dirección de la Junta Revolucionaria.

Sobre la situación del Camagüey en noviembre de 1868, quien presidenta de la Unión de Historiadores de Cuba, Elda Centro (1952 -2019) propone esta imagen luctuosa:

«La madrugada del 4 de noviembre la ciudad parecía una colmena alborotada, por todas las salidas se encontraban diez o doce a menudo con rifles, otros con escopetas, los otros con trabucos, muchos con machetes y otros sin armas de ninguna clase, pero todos convocados por el grito de ¡Viva Cuba Libre!, aunque quedase mucho por recorrer en el camino para lograr la unidad entre las fuerzas cubanas».

Los hijos del Camagüey, sin embargo, se habían anticipado en el camino de la lucha armada contra la metrópoli española. El historiador Fernando Crespo Baró señaló en una entrevista para Prensa Latina (2018) el alzamiento el 4 de julio de 1851 de Joaquín de Agüero y sus compañeros, quienes se levantaron en armas en la hacienda Francisco de Jucaral el 4 de julio de 1851, pero finalmente fueron capturados y fusilados.

La premisa independentista en esta región tuvo su génesis con la participación de algunos camagüeyanos, entre ellos el mismo Agüero, en la conspiración Soles y Rayos de Bolívar, orientada a crear en Cuba una República con la ayuda de Venezuela y Colombia, entre 1822 y 1824, pero fue penetrada por el servicio de inteligencia colonial y liquidada.

Hoy, 4 de noviembre, los camagüeyanos tenemos un momento de reflexión en torno a los hombres y mujeres que dejaron a un lado la desahogada vida de una familia, una profesión, un oficio y emprendieron la marcha por el  tortuoso camino en la formación de la nacionalidad cubana. Son ejemplos imperecederos en la continuidad histórica.