Nuevos documentos revelan la sorprendente historia de quien se hizo llamar Dolores Rondón. La hija que siempre ocultó. ¿Acaso dos Dolores Rondón pero, cuál es la real? ¿Quién y por qué se creó la leyenda?
Camagüey- Entre las luces turbias de la media noche comenzó a caer una silenciosa e inesperada llovizna mientras, como sudario apenas perceptible al fondo de la iglesia vieja donde estábamos, se fue levantando un velo brumoso de niebla que parecía surgir desde el fondo de la tierra envolviendo las tumbas.
Entonces en este solo segundo vimos a la hermosa mujer toda vestida de blanco con un ramito de flores entre las manos sentada sobre el sepulcro donde nunca estuvo. Impresionados por la imagen que aun nadie olvida hicimos un silencio infinito. Muy triste Dolores Rondón nos dijo en un suspiro desgarrador: “¡Que solo se quedan los muertos!”.
La imagen es el recuerdo de uno de los documentales que en la década de 1990 filmábamos para la Televisión Camagüey sobre leyendas camagüeyanas.
Por supuesto que la de Dolores Rondón fue nuestro plato fuerte. Utilizamos artistas aficionados y rodamos en diferentes escenarios, incluyendo el cuadrante más antiguo del cementerio de Camagüey. La lluvia, luces y niebla fue obra del ingenio de nuestro productor. Pero sin dudas, aquella escena que duró apenas diez segundos dejó a todos sobrecogidos de tal manera que en ese solo instante nadie dudó que aquella muchacha fuera en realidad el personaje de la leyenda.
LA LEYENDA MERECE SER REAL
Ya se sabe lo que se ha repetido de esta hermosa mujer y el apasionado barbero-poeta que le amó desde siempre, el matrimonio ventajoso de la joven con un oficial español, su viaje a España, la aristocracia, la viudez, el regreso a Puerto Príncipe, la ruina, la pobreza y la enfermedad durante la cual el fiel amor le atendió hasta su muerte. Se recrea la leyenda con aquel epitafio que dejó el poeta junto a la tumba de la amada eterna: “Aquí Dolores Rondón…” Tal es la leyenda que por casi dos siglos guarda nuestra ciudad, leyenda con una historia que tal como la conocemos merecería ser real por su toque de dramático romanticismo.
Han pasado desde aquella filmación televisiva muchos años y también por años nos preguntamos si la historia que originó la leyenda fue real o si la leyenda tiene su origen en el imaginario popular. Por más de una ocasión tratamos de seguir las huellas de estos orígenes y aquellos personajes, pero lo único conocido como cierto es que los historiadores de todas las generaciones se han repetido unos a otros, dejando iguales lagunas dispersas sin otros datos o documentos que corroboren sus investigaciones.
VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE UNA HISTORIA…
¿Y si les digo que en realidad la Dolores de la historia no existió, como tampoco existió el padre catalán ni el matrimonio con el oficial español y que la Dolores Rondón de la historia, sin padre conocido, se llamó en realidad María de los Dolores Aguilar, que el supuesto amor eterno no era tal, y que fue el hijo de otra oscura Dolores Rondón, quien se acredita autor del célebre epitafio escrito veinte años después de la muerte de esta mujer?
Incursionando en cuanto archivo ha tenido a mano, incluyendo los de Indias, en España, la historiadora Amparo Fernández Galera me ha coloca por delante la sorprendente realidad.
Esta historia cierta según documentos nos dice que María de los Dolores Aguilar nació el 6 de abril de 1811 como hija natural de la parda libre Juana Aguilar y fueron sus padrinos los negros Francisco de Agüero y Merced Agramonte. Aparece entonces un hecho insólito, el cura párroco de la iglesia Catedral, Melchor Varela, asentó a la recién nacida en el libro de blancos y no en el de pardos y morenos al cual pertenecía.
Todo indica que la madre tuvo otras relaciones pues las hermanas de María de los Dolores, nombradas Elena, Juana y Josefa llevan distintos apellidos. Desde muy joven Dolores, hermosa mulata bien conocida por su andar callejero, utilizó indistintamente el apellido Rondón o Rendón y solo a la hora de su muerte confiesa el apellido materno con el que fue inscrita. Sin embargo, un año antes de morir, declaró en su testamento que es hija de Santiago Rendón, pero nadie sabe quién fue este hombre.
Contrario a lo que dice la leyenda Dolores no nació en el barrio del Cristo sino en el de la Catedral, lugar donde fue bautizada y barrio marginal o de orilla donde se supone haya vivido, tal vez por San Rafael, callejón de Las Micaelitas, Las Peñas, San Gabriel o San Idelfonso.
No es cierto como dice la leyenda que se casara con un oficial español, pues para 1830 ya con 20 años ella tenía relaciones, tal vez como amante, de Joaquín Moya Soñé, empleado de la Real Audiencia, casado con Juana de Valmaseda. El 4 de abril de 1837 los padres de este Joaquín Moya, Águeda Soñé y José Ramón Moya, vendieron, tal vez donaron, a Juana Aguilar, madre de Dolores, una humilde vivienda situada en Candelaria 49 y luego otra en Mayor 58 para mejorar su situación. Según documentos el 10 de febrero de 1839 el Párroco de la iglesia Mayor bautizó a María Merced Dorotea, expósita a cargo de Dolores Rondón teniendo la niña como padrino a José Ramón Moya, sin dudas el abuelo.
En su testamento del 20 de septiembre de 1852 Joaquín Moya deja como herencia su casa en San juan de Dios así como otros abalorios a su esposa, su hermano y a Mercedes, la niña expósita a cargo de Dolores Rondón, que era en verdad la hija de ambos. Este hecho lo oculta Dolores pues confiesa ante escribano que es soltera y no tiene descendencia. Joaquín nunca legitimó sus relaciones con Dolores, incluso años después se casó de nuevo.
En 1856 ella enfermo de tuberculosis y falleció el 23 de noviembre de 1862 a los 51 años de edad. Al asentar su deceso la anotan como hija de Juana Aguilar y cuando su cadáver llega al cementerio es inscrita con el apelativo que utilizó en sus mejores años: Dolores Rendón, pobre de solemnidad y sin recursos ni quien le pagara la atención médica.
LA BREVE, PERO CIERTA HISTORIA DE LA OTRA DOLORES
Agustín Moya Rondón era un joven barbero y su madre se nombraba Dolores Rondón con vivienda ambos en una casita de la calle San Idelfonso 15 y medio. Barrio marginal de esclavos libertos, cabildos, blancos pobres, artesanos. De joven Agustín era poeta galante y sin dudas que luego de 20 años de desaparecida la verdadera Dolores Rondón o Rendón, teniendo en cuenta la insignificante vida de su madre, de igual nombre, dedicara su famosa espinela a aquella que finalizó su carrera, dejando la obra sobre una tabla a la puerta del cementerio en 1881. Joaquín con barbería La Filomena, en la calle Jesús María, falleció el 30 noviembre de 1889, no fue en definitiva quien, según la leyenda, cerró los ojos de su amada, pues no pudo haberla conocido. Luego de reproducido y condimentado el epitafio en el periódico literario La Luz la leyenda tomó forma sin sustento histórico como en realidad hubiéramos querido que fuera. Desde allí en lo adelante cada cual colocó su parte.
Tomado del periódico Adelante