Agramontinos, una excelente forma de nombrarnos

\"agramontePor Yeter Palmero/ Televisión Camagüey

Admirar las virtudes de un héroe puede ser común. Reflejar al hombre insigne en nuestro andar cotidiano no es un hecho propio de todas las regiones, sobretodo en tiempos modernos. Puede alguien preguntarse cómo en pleno siglo  XXI los camagüeyanos se nombran a sí mismos agramontinos con tanto orgullo. La respuesta no es tan simple ni evidente.

El valor de Ignacio Agramonte, su desinterés material al colocar la independencia de Cuba por encima de la riqueza familiar han quedado marcados en la memoria del pueblo. Era un hombre tan temido por el ejército español que quemaron su cuerpo al capturarle por miedo a que pudiese cobrar vida nuevamente, allá por 1867.

Pero aquel joven que también fue, de amor puro hacia Amalia Simoni, culto, solidario, buen hijo;  ha eclipsado como ejemplo de amigo, esposo y padre en el Camagüey.  Muchas parejas acuden el día de su boda ante la estatua ecuestre del Mayor General en el céntrico parque que lleva su nombre, como promesa de fidelidad perpetua. Cuentan que cuando el monumento fue develado la esposa se desmayó ante el parecido de la estatua con el héroe.

Amalia nunca pudo amar a otro hombre después de Ignacio y él dedicó sus días a quererla aun desde la manigua y la distancia. De esa arista profundamente humana nos sentimos también agramontinos, con el orgullo de que tantos valores y virtudes pudiese alguien de esta tierra reunir en sí mismo.
De manera que el héroe de carne y hueso cobra vigencia cotidiana en un pueblo trabajador, de gente educada, que gusta de la cultura y el arte, digna y honesta, que ama intensamente. Ignacio Agramonte no es un cuadro en museo o una página inerte en libros de historia. Aquí se le quiere y se agradece el que un día recorriese las llanuras del Camagüey frente a la caballería que incluso el General Máximo Gómez elogió.

No hay dudas, agramontinos es una excelente forma de nombrarnos…