Un retrato para Camilo

Si quisiera  pintar un cuadro para representar la fidelidad a los compatriotas, aquel joven habanero que tuvo un fugaz paso –como Martí– por la escuela de Bellas Artes “San Alejandro” sería entonces el mejor modelo.

¿Cómo pintarlo? No importa el estilo artístico, todos los cubanos apreciarían los rasgos distintivos confluyentes en una leyenda de pueblo, con una amplia y blanca sonrisa, la picardía en el  brillo de sus ojos, la icónica barba y el sombrero alón.

No habría, pienso yo, mejor regalo este seis de febrero, en su noventa y un cumpleaños. A Camilo hay que imaginarlo de muchas formas, por la manera en que hizo cien fuegos con la firmeza de ideas, los sentimientos forjados por Ramón y Emilia, emigrantes hispanos muy pobres, a quienes  acompañó en las colectas para los antifascistas durante la Guerra Civil en España.

La vocación patriótica se forjó desde niño en los actos cívicos de la escuela, como aquella ocasión, según recuerda su maestro Rodolfo Fernández, en la que recitó su poema preferido: Mi bandera, de Bonifacio Byrne.

Años después, el ya “Señor de la Vanguardia” ante un millón de personas reunidas frente al Palacio Presidencial — 26 de octubre de 1959– con un fragmento del poema plasmó para la posteridad su sello de cubanía, de revolucionario cabal, fiel a Fidel.,

Porque para detener esta Revolución cubanísima tiene que morir un pueblo entero, y si esto llegara a pasar serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: «Si desecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día…/ ¡nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía!»…

Con 27 años de edad, “Camilo es, sencillamente, un hombre del pueblo, que salió del pueblo…” Así destacó Fidel al confirmar desaparición del Comandante del Ejército Rebelde aquel 28 de octubre de 1959, cuando había partido desde la ciudad de Camagüey hacia La Habana en vuelo que realmente enrumbó la eternidad.

El aprendiz de sastre, trabajador emigrante en los Estados Unidos,  adquiere credenciales en las protestas estudiantiles contra el dictador Fulgencio Batista, en las que fue detenido y también baleado durante una manifestación en honor a Antonio Maceo.

En el retrato a Camilo deben prevalecer los colores rojo, blanco y azul de la bandea cubana, y el verde que engalanó la rebeldía. El joven había emprendido, otra vez, el camino al exilio en Estados Unidos y luego a México, donde contactó con Fidel y fue los últimos hombres en incorporarse a la expedición del yate Granma (2 diciembre 1956). A fuerza de coraje, inteligencia, audacia y sacrificio en la Sierra Maestra, al oriente de la Isla, y durante la marcha hacia el occidente al mando de una columna de rebeldes, se convirtió en el más brillante de todos los guerrilleros.