Los años junto a Fidel

En la medianoche del sábado volví a estar junto a Fidel. Esta vez en la dualidad del tributo en el segundo año de desaparición física y la lógica reflexión de que vamos bien, cuando aprecio todo lo que acontece a mi alrededor entre agramontinos y agramontinas.

1969  no fue de grandes movilizaciones, transportaciones y reuniones: Era el Año del Esfuerzo Decisivo y había que aprovechar  tiempo y energías. No obstante en octubre tuvo la oportunidad de formar parte de la delegación del instituto tecnológico de la caña “Álvaro Barba” que asistió al acto de graduación del curso de estudiantes de agronomía y de técnicos de nivel medio de los institutos tecnológicos agropecuarios, celebrado en la Universidad Central de Las Villas.

Ahí  vi,  por primera vez, al Comandante en Jefe. Por mi edad no había podido estar en la entrada de la caravana victoriosa el 4 de enero de 1959  ni en la marcha combatiente contra la sedición de Hubert Matos, en octubre del propio año, o cuando la entrega el cuartel Agramonte como escuela y la inauguración del hospital Amalia Simoni, en noviembre.

Unas sesenta ocasiones estuvo el Líder de la Revolución en territorio camagüeyano.

El nuevo encuentro con Fidel es el primero de septiembre de 1976. Formaba parte de los combatientes internacionalistas invitados a la inauguración del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) «Máximo Gómez». A finales de noviembre lo vuelvo a ver en el coliseo de la Ciudad Deportiva en La Habana, donde las fuerzas que participarían en el desfile muestran los nuevos uniformes y sistema de grados militares. Dos batallones presentes eran parte de una sorpresa al Comandante y al pueblo. Lo vimos reír a carcajadas, mientras daba manotazos en las piernas de Almeida, sentado a su izquierda, durante el espectáculo humorístico.

¿Cuál sería la reacción del pueblo ante nuestra novedosa presencia en la revista militar por el “XX aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”? A los dos batallones se nos preparó sicológicamente para la entrada a la plaza. No fue suficiente. Nadie podría calcular la magnitud de la algarabía del pueblo cuando los altoparlantes anunciaron nuestros contingentes, tras el bloque del Ejército Rebelde. Impresionó a todos observar la gigantesca figura de Fidel, avanzar hacia el borde la tribuna, sonreír y aplaudir efusivamente. Pocos recordamos en esos momentos los consejos de los entrenadores. Hasta un casco perdió la cabeza y rodó entre los pies de quienes trataban a toda costa de mantener el paso de infantería y porte militar. La sorpresa fue para nosotros por la extraordinaria manera en que se acogió nuestra participación en el desfile militar.

 En pleno oficio como periodista de Adelante tuve la oportunidad de participar, desde la retaguardia,  en la preparación de un tabloide especial por el centenario de caída del Mayor General y desde los centros de prensa internacional durante la celebración de los actos por el 26 de julio en 1978 y 1986.

Posteriormente, formé parte del equipo de coberturas durante su recorrido por la zona norte de Camagüey  para valorar los daños causados por ciclón Kate, el acto por el 26 de Julio en la provincia de Granma y visitas e inauguraciones de la Planta Mecánica y la fábrica de cervezas en diciembre de l985.

La oportunidad de tenerlo bien cerca, fueron en congresos y plenos de la Unión de Periodistas de Cuba. En uno de los planos nacionales de la organización mientras los delegados almorzaban, el colega de la radio Cano Iglesias y yo subimos al segundo piso a ver un mural de caricaturas. Conversamos, mas bien respondimos preguntas, sobre varios temas desde el desarrollo de la reunión (duró 17 horas), los chistes que habían captados hasta la dramaturgia de la película África Mía, que por suerte había visto con anterioridad por televisión.

En la familia tenemos una deuda personal. A veces resulta en extremo difícil resumir en pocas líneas algunas vivencias y emociones, tal vez porque las palabras para expresarlas son insuficientes. Pero el intento vale la pena, sobre todo, cuando se trata de un relato único e inolvidable, como el de mi hijo Gilberto Valdés Muñoz, enfermero intensivista que cumplió misión en la hermana República de Venezuela. Su testimonio tiene como protagonistas a Chávez  y Fidel.

Aquel 3 de diciembre del año 2010, en que llovía constantemente en toda la nación suramericana. En esas condiciones su equipo brindaba asistencia médica a los residentes en una zona rural llamada Boca de Paira, ubicada al sur del Estado Miranda, donde quedaron totalmente aislados y sin ningún tipo de comunicación.

Al quinto día divisaron un helicóptero de la guardia nacional; se trataba de una operación de rescate organizada por el propio presidente Chávez, quien se mantenía en contacto sistemático con Fidel en La Habana: “Ahora tengo que dar la noticia a quienes ustedes saben”

Los dos últimos años junto a Fidel han transcurrido de una manera solemne, pero apreciando su presencia en cada obra de paso adelante, en el surco fecundo, junto a los científicos, educadores, trabajadores de la salud, en fin a todos.

En las jornadas desde tu partida a la eternidad razonamos, aún más, en la manera de llevar a cabo el concepto de Revolución.

Foto: Baldrich/ Juventud Rebelde.