El privilegio de ser camagüeyano

Un camagüeyano se define por el orgullo de su terruño, cada calle, callejón, plazas e iglesias; es el reflejo de quienes la viven y sienten por ella, pero también de quienes llevados por la desidia no se toman en serio el cuidado de la ciudad.

 A pesar de los esfuerzos de la Oficina del Historiador de la  ciudad por preservar la condición de Patrimonio de la Humanidad, hay incremento de las indisciplinas sociales que atentan contra la limpieza y el bienestar general de los ciudadanos.

 La más recientes iniciativa para eliminar esas conductas y malos hábitos, es la campaña de bien público Ciudad que vivo, ciudad que soy que promueve la necesidad de unir fuerzas institucionales y sociales para incrementar la civilidad y el respeto por el ornato público. (http://asambleacamaguey.cubava.cu/2018/05/31/en-camaguey-campana-de-comunicacion-a-favor-de-la-ciudad/)

 Liderada por la Oficina, cuenta con tres etapas, en las que se prevé un cambio físico en el entorno urbano con la colaboración de autoridades e instituciones, los medios de comunicación y líderes de opinión.

 Para preservar el patrimonio camagüeyano, se deben aunar esfuerzos para  materializar acciones de mantenimiento, saneamiento, capacitación, comunicación y educación ciudadana en una urbe próxima a sus QUINIENTOS CINCO años y cuyos valores arquitectónicos y culturales y su preservación, la convirtieron en una de las ciudades patrimoniales del mundo.

 Pero Ciudad que vivo, ciudad que soy, no puede ser solo soportes gráficos y promocionales, mantenimientos constructivos o acciones socioculturales, la campaña busca crear conciencia en la población y de que cada cual haga de la ciudad su casa y un espejo de su actuar diario.

 Apelar a ese orgullo por el legado cultural significa llevar a la práctica términos como disfrute, convivencia y camagüeyaneidad. Es apostar por una calidad de vida en correspondencia con la buena salud de una villa con más de cinco siglos de historia.

 Vivir a Camagüey desde lo que somos y defendemos es el camino. El sentido de pertenencia ante cada adoquín, leyenda o belleza arquitectónica la convertirá en un destino seguro para el turismo de ciudad, pero también en un mejor hogar para todos.