Camagüey- Cuando se habla de rutinas productivas en los medios de comunicación masiva el ciclo parece empezar por el último eslabón. El objetivo siempre será lograr el mayor impacto posible en la audiencia: información, reflexión, cuestionamiento, transformación… del pensamiento y/o de la realidad. Con esa premisa se estructura entonces todo el proceso creativo, lógico, coherente.
Para que sea efectiva, esa organización debe incluir pasos, o fases, que han de respetarse para concretar un producto de calidad: la planificación, la salida a la cobertura, la redacción y edición, y finalmente, la publicación del trabajo.
En la planificación está la génesis, la semilla. Hay que gestionar y asegurar, lleva pensamiento y acción. Hay líneas temáticas que conforman las agendas, prioridades según intereses, y sobre esa base hay que prever posibles fuentes de información, valores noticia, pero también locaciones, horarios, transportación, equipamiento técnico. Y está la inmediatez, acechante, que en el momento más inesperado permite asestar el golpe de gracia con el “palo periodístico”.
La cobertura es el centro de todo, el tronco, el sostén. En la salida se refuerza o se desmiente la idea original, en ella está la riqueza, la materia prima para moldear un género efectivo. Es el momento de la sagacidad, el olfato, el sexto sentido. A la mano testimonios, declaraciones, contrastes, fotos, planos, grabaciones. Es el ahora o nunca para obtener todos los datos y las imágenes necesarias, o para volver a coronar la inmediatez como reina del periodismo, y hacer de la transmisión en vivo el éxtasis de la realización profesional.
La redacción y edición son el florecimiento. Al fin todo cobra forma, sentido, la palabra precisa para el receptor exigente, la idea provocadora para la necesaria retroalimentación. Es hora de trabajar en equipo, de aprovechar destrezas y experiencias, de poner a prueba creatividad, poder de síntesis, discernimientos y estilos diversos en función de un mensaje que ya deja de ser propio para ser de las masas.
Con la publicación llega el fruto. Es el resultado de la investigación, la perspicacia, el talento; es entonces cuando el consumidor gana todo el protagonismo con la decodificación del mensaje, y allí estará el éxito de la comunicación.
Como productores-periodistas, nuestro deber, y máxima responsabilidad, es facilitar la comprensión de ese mensaje. Lograr la interpretación de cada código por parte de la audiencia, capaz de movilizar y transformar, cierra el complejo ciclo, y abre a su vez un nuevo proceso creativo.
De manera tal que las rutinas productivas no son mecánicas, pero sí necesarias. A veces frescas, motivadoras, a veces viciadas. Como proceso al fin ente vivo, cambiante, donde intervienen múltiples factores, o ruidos, como en la comunicación misma. Y como todo proceso comunicativo responde a intereses e ideologías.
En cada medio con sus propias peculiaridades y cada periodista con su sello único. Modos de hacer y de crear que palpitan al ritmo de la cotidianidad misma. ¿Se rompe la rutina?
Por Gelsy Rodríguez Rivero