Un himno de combate, por el honor y el decoro

    • Nuestro himno nació en tiempos de revolución, en el fragor del combate y convocatoria de lucha por la  nacionalidad cubana, libre del coloniaje español.

      Unos  meses antes del 20 de octubre de 1868, en la conspiración masónica se había sugerido por sus dotes artísticas al abogado bayamés Pedro “Perucho” Figueredo Cisneros que escribiera nuestra Marsellesa. La marcha  indudablemente marcial, se escuchó originalmente en las fiestas del Corpus Christie el 11 de junio de 1868 en la iglesia mayor de Bayamo, donde el gobernador Militar de la Plaza advierte el espíritu levantisco y nada religioso de la melodía.

      Y tenía razón el coronel español Julián Udaeta.

      Tras el alzamiento armado en el ingenio La Demajagua, en la región oriental de la Isla, los ricos hacendados, campesinos criollos y esclavos liberados, entran como soldados triunfantes  al poblado de Bayamo. El pueblo reunido en la plaza, que había popularizado la melodía, cantó por primera vez  las dos estrofas del Himno escritas por Perucho Figueredo, ahí mismo, sobre la montura de un caballo, en medio del fragor de los festejos por la victoria.

      “La Bayamesa” –como se le identificó entonces–  emergió según publicó José Martí en 1892, en «la hora más bella y solemne de la patria».

      Durante 153 años el Himno Nacional ha sido fiel acompañante al hechizado estruendo  metálico del machete mambí en las guerras independentistas, en la lucha armada contra el tirano Batista, la definición del rumbo al socialismo y los sucesivos momentos cargados de dignidad y soberanía   de la historia revolucionaria de Cuba.

       

      Los himnos se consideran símbolos en todos los países. En el nuestro, la esencia de la Patria es referida en dos versos de su primera estrofa. La destacada intelectual Graziella Pogolotti señala en su artículo ¿Por qué un 20 de octubre? (cubadebate.cu)  acerca que “la primera, nos contempla orgullosa (…) La segunda alude al combate, entendido como siembra y resurrección, muerte y continuidad en la plenitud del ser.”

      Desde niño nos enseñan en la escuela que el Himno se canta con fuerza interpretativa, solemnemente de pie, con la cabeza descubierta, por el honor y el decoro de los hombres y mujeres de esta tierra heroica.

      Hoy, en un escenario subversivo para resquebrajar la unidad nacional, se acrecienta su convocatoria en  la continuidad de la lucha frente a quienes pretenden  la desestabilización del país, del modelo socialista que escogimos entre todos y para el bienestar de todos los cubanos.