En la lucha por la independencia de Cuba, una y otra vez, Ignacio Agramonte se empinó ante las adversidades propias de una contienda bélica con tropas no profesionales, insuficientemente armadas, frente a un ejército español bien formado y avituallado.
En 1870, cuando las acciones habían decaído por la operación “Creciente de Valmaseda”, la situación era muy difícil para los insurrectos, asediados por falta de recursos de todo tipo. El líder mambí y sus subalternos eran perseguidos con saña por columnas enemigas, pero sin lograr derrotarlos.
Apreciando la fuerza con que resurge la revolución en el Camagüey, las autoridades colonialistas optan por disuadir a Agramonte de persistir en la guerra y mandan emisarios al campo rebelde. Allí surgió la conocida frase del jefe mambí cuando le preguntaron con qué contaba para continuar la guerra y dijo ¡Con la vergüenza de los cubanos!
El Mayor General Ignacio Agramonte continuó la guerra y en octubre de 1871 lleva a cabo el memorable rescate del brigadier Julio Sanguily, quien fue tomado prisionero por una tropa española, según versiones de historiadores, cuando descansaba en la casa de la patriota Cirila López, mientras le lavaran la ropa.
Al conocer la noticia de la captura del afectuoso y valiente compañero, Agramonte designó a 35 de sus mejor apertrechados jinetes para que lo acompañaran a una acción de vida o muerte: el rescate de Sanguily.
En el potrero de Consuegra, al sur de Puerto Príncipe, machete en mano, arremetieron como una avalancha contra la columna española que trasladaba al prisionero. Aquella proeza militar demostró la fiereza del mambisado, su acometividad y la calidad humana y militar de los oficiales insurrectos.
En el centenario de la caída en combate de Agramonte, Fidel se refirió a este acontecimiento:
«(…) Esta fue sin dudas una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia, y ha pasado a ser un hecho de armas proverbial, que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas (…)»