El más brillante de todos los guerrilleros

Durante sesenta octubres, los cubanos en el proceso de continuación generacional, mantienen las remembranzas de aquel guerrillero dispuesto en todos los momentos a enfrentar los peligros más grandes de los combates de la guerra revolucionaria, contra la tiranía de Fulgencio Batista.

Todos queremos reconstruir cada día 28 del décimo mes la historia comandante guerrillero Camilo Cienfuegos a partir de fotos de la época, las vivencias y reseñas históricas, además de las anécdotas de quienes compartieron la amistad del joven emprendedor, y del rebelde de proezas extraordinarias en la lucha armada contra la tiranía.

Los camagüeyanos y camagüeyanas con más de sesenta años de edad fueron testigos de las últimos y trascendentales horas del Señor de la Vanguardia, tras el triunfo de la Revolución.

Así se le recuerda en aquel Mayo de los Trabajadores que se celebró por primera vez en la Paria libre. Vigentes están las ideas del joven rebelde de 27 años de edad ante más de cincuenta mil camagüeyanos reunidos bajo los frondosos árboles del Casino Campestre

«Esta unidad que hemos visto aquí hoy y que la estamos viendo a diario en toda nuestra Patria, hay que mantenerla a toda costa.  Todos los obreros, todos los trabajadores, todas las distintas partes del pueblo, deben unirse cada día más.  Es la unidad del triunfo.  En la unidad está la verdadera consolidación de la revolución y de la libertad que hoy disfrutamos.

(…) Trabajadores, ustedes deben estar conscientes del momento que vivimos, que son muchos los enemigos escondidos y en espera del momento de atacarnos ¡No se dividan! ¡No podemos dividirnos! Ejército, pueblo y obreros debemos estar cada día más unidos».

Transcurridos cinco meses, el pueblo camagüeyano junto a Fidel fue al encuentro del “barbudo” sonriente y el sombrero alón, que en la sede del regimiento Ignacio Agramonte había puesto punto final al intento contrarrevolucionario de Hubert Matos. Una nota de puño y letra de Camilo consignó tras la victoria popular:

«Por conducto del diario Adelante somos nosotros los que decimos gracias, gracias pueblo camagüeyano, tu presencia en el campamento Agramonte ayudó a solucionar una traición a la Patria, hombres habrá traidores, pero pueblos no y menos Camagüey»

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El 28 de octubre de 1959, Camilo continuaba con el intenso trabajo de consolidar la victoria sobre la sedición. En horas de la tarde se le vio  abordar en el aeropuerto Ignacio Agramonte el Cessna 310 que lo conduciría hasta La Habana, para continuar su quehacer como Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
No llegó a su destino.

Durante extensas jornadas de angustia fueron buscados infructuosamente la avioneta y sus tripulantes por tierra y mar. No se podía perder al reconocido como el Señor de la Vanguardia por la valentía y el arrojo demostrado durante los combates en la oriental Sierra Maestra, bastión del Ejército Rebelde, y luego cuando condujo a una columna invasora hacia la entrada triunfante en la Habana el primer día de enero de 1959.

Aun cuando ha transcurrido sesenta años del lamentable suceso, los cubanos no se resignan a su ausencia y lo recuerdan perenemente con flores que lanzan a los arroyos, ríos y el mar en una tradición patriótica promovida por su hermano de lucha Ernesto “Che” Guevara para recordar al guerrillero de las mil hazañas.

«Lo que a nosotros—dijo en una ocasión el “Che”– los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo, siempre nos atrajo más, fue lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo: su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de su valor, de sabiduría, siempre siendo un compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros».

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