Cuando con sangre se escribe Fidel

Aquella madrugada del 15 de abril de 1961 al parecer apacible, a pesar de la tensión de la amenaza de un ataque enemigo, en el aeropuerto de Ciudad Libertad, en La Habana. En las baterías de artillería antiaérea, las conocidas “cuatro bocas”, que estaban de guardia, algunos jóvenes de las dotaciones estiraban los músculos tras una noche de fresca temperatura.

Filiberto Bueno Pimentel recuerda que había sido trasladado para el hospitalito de la base y en la madrugada, como su estado de salud era bueno,  pidió permiso al médico para procurar algo de comida, antes del horario de desayuno.

El y otros compañeros de las baterías AA, sienten a la 5 y 45 de la mañana, el ruido de los motores de un avión y luego el sonido de la sirena que era un alerta para despejar la pista.

«Eso ocurría habitualmente, solo que en aquellos momentos muchos comentaban ¡cómo se han adelantado!, pues el arribo era común alrededor de las siete de la mañana. Era un B-26, con la identificación de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionaria). Llegó incluso a sacar el tren de aterrizaje y a baja altura, sorpresivamente,  lanza un cohete contra una de las rastras que estaban paqueadas con municiones».

Esa fue una de las explosiones que cambió el entorno de la mañana de un día que pasó a la historia como el preludio de la invasión mercenaria por Playa Girón. Los artilleros de los cañones antiaéreos, desplegados en forma circular sobre la pista, dan inmediata respuesta al ataque en que participaron otros aviones bombarderos.

Aviones de guerra camuflados también atacaron simultáneamente a la base aérea de San Antonio de los Baños y el aeropuerto de Santiago de Cuba. El traidor ataque dejó un saldo de siete muertos y numerosos heridos. Los B-26 habían partido de Puerto Cabezas, Nicaragua, con el objetivo de destruir la modesta aviación cubana y asegurar el desembarco mercenario, cuyos barcos se acercaban a la Bahía de Cochinos.  

Filiberto recuerda que corrió hasta el puesto  de mando a recibir órdenes. Allí le dicen que ayude a sacar a toda la gente del edificio principal.

«En el tercer piso, señala el entrevistado, me encuentro con Eduardo (García Delgado) un joven cienfueguero  quienes muchos le decían el “político” y todos estimaban por su buen carácter, las relaciones personales… y la manera en que explicaba a sus compañeros los escritos de Martí, pues leía muchos de sus libros, y el futuro que prometía Fidel para todo el pueblo cubano».

Al joven le explicó que la orden era abandonar el edificio bajo ataque de los aviones. Eduardo hacia fuego con una subametralladora a uno de los bombarderos enemigo. Filiberto continuó transmitiendo el mensaje por los distintos locales y cuando regresa al lugar donde había alertado al combatiente, lo encuentra herido.

«El trataba de contener una grave herida en el abdomen, describe Filiberto,  fui a buscar una sábana o cualquier otra cosa y ayuda para trasladar el herido. Al regresar lo ven cerca del arma y parte de sus libros destruidos por el fuego…En una puerta del cuarto, junto a la perforación de una bala enemiga, había escrito la palabra Fidel, como un sello a su lealtad por la Revolución»

La conversación con Filiberto Bueno transcurrió en la tradicional tertulia político – cultural de los combatientes internacionalistas camagüeyanos (Batallón de la Guardia Combativa)  quienes juntos a varios invitados rememoraban el aniversario 57 de la Victoria de Playa Girón.

El 16 de abril en la ceremonia de despedida de duelo a los caídos en el pérfido ataque, el líder de la Revolución Fidel Castro expresó: «Y cuando llegan las horas de las agresiones y cuando llega la hora del combate es cuando hay que levantar más alto las banderas. Había que poner más alta que nunca la bandera revolucionaria frente al enemigo artero y cobarde que nos atacaba, frente al poderoso gobierno imperialista que preparaba la invasión».

Entre la madrugada del  17 y las 5 y treinta de la tarde del 19 de abril, los milicianos,  fuerzas de las nacientes FAR y el batallón de la policía, enfrentaron valientemente la invasión mercenaria, entrenada y armada por los Estados Unidos.  Se le ocasionaron alrededor de un centenar de muertos, varios cientos de heridos y mil 197 prisioneros. Los pilotos y artilleros revolucionarios pusieron fuera de combate a catorce aviones B-26. En Playa Girón se materializó la gran derrota del imperialismo.