Jornada de tradición combativa y patriotismo (+FOTOS Y VIDEO)

El 30 de noviembre de 1956 las milicias del 26 de Julio entraron en acción en Santiago de Cuba y otras localidades orientales, lo que puso de manifiesto la capacidad combativa del aparato clandestino del Movimiento, y marcó el inicio de la insurrección popular en el Llano. Al frente de aquella acción se hallaba Frank País García, Jefe de Acción y Sabotaje y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, quien entonces tenía apenas 22 años. El hecho reafirmaría que lo mejor de la juventud santiaguera, avivada por el asalto al Moncada y el alegato de Fidel La historia me absolverá,   estaba junto al líder del Movimiento 26 de Julio y dispuesta a ser “libres o mártires”.

Hombre de acción y, al mismo tiempo, de sensibilidad artística y talento organizativo, Frank reunía virtudes difíciles de integrar en una sola persona, como son la capacidad de organización, de acción, y, al mismo tiempo, pensamiento. A sus valores éticos se unía su vocación de dirigente. Este rasgo suyo fue destacado también por Vilma Espín, una de sus más cercanas colaboradoras en la lucha clandestina en Santiago de Cuba.

La Orden de alzamiento llegó el 27 de noviembre por medio de un telegrama dirigido a Arturo Duque de Estrada, y de inmediato, se comenzó a citar a los jefes de grupos que participarían en la acción para ultimar detalles. En la madrugada del 30 ya todo estaba listo. Fiel a la palabra empeñada con Fidel se desencadenó la lucha en Santiago aquel 30 de noviembre para atraer la atención de las fuerzas de la dictadura y facilitar el desembarco de los combatientes que venían en el yate Granma. Los puntos básicos a ser atacados durante el enfrentamiento eran la Policía Nacional, la Policía Marítima y el  Cuartel Moncada.

Periódico cubano del año 1956.

El secreto se guardó tan rigurosamente que hasta el momento mismo de la acción a todo el mundo se le había comunicado que se daría una alarma falsa para probar a la gente, y así se hizo. A las seis de la mañana recordaba Vilma Espín, se le dijo a todo el mundo: “Bueno, esto no es prueba, ya salió el barco y debe llegar hoy”.

La señal para iniciar las acciones no fue efectiva ya que el comando destinado a darla fue capturado y el cerco al cuartel Moncada no llegó a efectuarse. A pesar de esa situación adversa, los restantes comandos ocuparon la Estación de la Policía Marítima y tomaron sus armas. La Policía Nacional no pudo ser tomada, y en el intento de ocuparla cayeron en combate Tony Alomá, Otto Parellada, y Pepito Tey, jóvenes intrépidos como muchos de su generación.

José Tey Saint Blancard (Pepito), quien cumpliría aquel dos de diciembre 24 años, estudió en la Escuela  Normal para Maestros de Oriente, donde se unió a Frank País en la lucha estudiantil. Matriculado ya en la Universidad de Oriente en Pedagogía, continuó su quehacer en el Movimiento 26 de Julio y puso su vivienda a disposición del entrenamiento en el manejo de las armas. Por su capacidad organizativa y valentía estuvo al frente de uno de los grupos que atacó la Policía Nacional en la Loma del Intendente, una de las acciones más difíciles.

Muy alegre y entusiasta era Antonio Alomá Serrano (Tony), de 29 años, quien solía acudir como muchos jóvenes de su época a la antigua Placita de Crombet, llamada después del triunfo Placita de los Mártires, en la calle Santo Tomás. El asalto al Cuartel Moncada despertó en él las ansias de libertad y desde entonces se enroló en la causa, siendo su vivienda refugio de armas y otros pertrechos. Vestido con el uniforme verde olivo, cayó sin poder conocer a su hija, aún en el vientre de la madre.

Otto Parellada Hechavarría, de 28 años, fue otro de los caídos esa mañana cuando la ciudad se levantó en armas y escribió la página que llenó de gloria su historia.
Después de la acción del Moncada mantuvo estrechas relaciones con Frank, junto al cual organizó el Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad y desplegó una intensa actividad en la preparación y ejecución de sabotajes. En 1954 sufrió prisión al ser sorprendido cuando planeaba uno de estos, en la Carretera de Ciudamar. A su salida de la cárcel reconoció que la experiencia vivida durante nueve meses, le hizo crecer más su afiliación por la causa que abrigó.  Tenía la encomienda en el levantamiento de atacar la estación de policía por la retaguardia para apoyar el grupo que iría al frente con Pepito y Tony.

Por imprevisible contingencia, el yate Granma no arribaría a las costas cubanas hasta el 2 de diciembre, pero el 30 de noviembre constituyó una victoria moral de la Revolución. El propio Frank relataría, en apretada y modesta síntesis, lo ocurrido en Santiago de Cuba aquel memorable 30 de noviembre de 1956:
“[…]La población entera de Santiago, enardecida y aliada a los revolucionarios, cooperó unánimemente con nosotros. Cuidaba a los heridos, escondía a los hombres armados, guardaba las armas y los uniformes de los perseguidos; nos alentaba, nos prestaba las casas y vigilaba el lugar, avisándonos de los movimientos del ejército. Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos más difíciles de la lucha».

Aquel amanecer, fue la primera acción armada de la juventud cubana después del 26 de julio de 1953, ese día se vistió por primera vez el uniforme verde olivo, se estrenó el brazalete rojinegro del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que llevó el Ejército Rebelde hasta la victoria final contra la tiranía batistiana, y
 nació, como ejemplo de sacrificio y entrega para aquella generación y para las sucesivas, un trío de héroes mártires.

La jornada del 30 de noviembre fue legítima expresión de nuestra más pura tradición combativa, y Frank País el alma de aquella gesta. Toda su energía, su capacidad de organización, su valor y su tenacidad revolucionaria, se consagraron en un levantamiento que constituye una de las páginas más heroicas de nuestra historia

(María Caridad Pacheco González/ Secretaria de Divulgación y Relaciones Públicas de la UNHIC)