El lanzador camagüeyano más ganador en la pelota cubana posterior a 1959 goza de una memoria intacta a pesar del paso de los años. En diálogo estrecho confesó que sus orígenes se remontan al poblado de Esmeralda, al noroeste de la provincia. Hijo de un bodeguero fanático al béisbol creció mirando la liga profesional cubana, aquella en la que existían solo cuatro equipos que impartían clases, y en ellas, aprendió a lanzar curvas.
La mayoría de los jugadores de pelota junto a él le llamaban Conejo por sus similitudes físicas o quizás por “sacarlo de sus casillas”. En su época juvenil confiesa jugar tanto en el campo corto como en la segunda base hasta que en una demostración le lanzó a un equipo del central Jaronú y desde ese entonces los entrenadores lo prepararon como pítcher.
Llegó a Las Villas para cumplir con el servicio militar obligatorio y su talento en los diamantes lo hizo integrar todo equipo que aparecía. Después fue llamado al equipo de Azucareros y debutó en lasSeries Nacionales de Béisbol. Luego de poco más de cinco temporadas las dificultades en el centro del país y las propuestas en su provincia de origen lo hacen cambiar de casaca.
Fue testigo de los únicos títulos de novenas agramontinas a nivel nacional. Venció con Ganaderos y Camagüeyanos. Fue parte de una rotación respetada en el archipiélago en un momento donde era difícil que un partido tuviera un ganador con más de cinco carreras anotadas. Su talento le abrió las puertas del equipo nacional con el que fue campeón mundial en Cartagena de Indias y también a nivel centroamericano.
Luego de 15 temporadas en series nacionales da por concluida su carrera deportiva debido a una lesión. A pesar de propuestas médicas que podían solucionarle el problema, prefirió parar para siempre antes de perder un año y someterse al difícil recomenzar. Trabajó con lanzadores jóvenes durante un tiempo y en la actualidad goza de la tranquilidad hogareña en uno de los apartamentos del céntrico edificio Lugareño, alejado de los terrenos y acudiendo rara vez a un partido de los Toros de Camagüey en el estadio Cándido González.
En los últimos años ha tenido la posibilidad de viajar al extranjero y cuenta sus experiencias en estadios modernos. Tiene 79 años, colecciona periódicos y fotos que son testigos de su pasado junto a casacas que adquirió con el tiempo y en su sala se extraña la presencia de una pelota con costuras rojas. En compañía de su esposa todo visitante que acuda a su apartamento puede disfrutar de un buen café y una extensa charla.
Por Roberto Carlos Serrano