Vigencia de las ideas de Agramonte entre los jóvenes cubanos

Los sucesos en las últimas horas para desenmascarar la farsa del llamado Movimiento de San Isidro, traen a la memoria el recién aniversario de aquel 26 de noviembre de 1868, cuando en la reunión de Minas, el joven Ignacio Agramonte se enfrenta a algunos preocupados por arreglos con España, más que por el destino de la Patria.

No habían pasado apenas tres semanas desde el levantamiento de los camagüeyanos para secundar la convocatoria a la lucha independentista hecha por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre, en La Demajagua.

En el paradero de la línea del ferrocarril a Nuevitas,  a unos treinta kilómetros de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, se produjo en encuentro donde Agramonte se opuso rotundamente a la claudicación de aceptar la paz sin independencia y neutralizó la maniobra contrarrevolucionaria.

¿Qué hubiera pasado si no se hubieran derrotado los  planes de quienes aspiraba a la capitulación?

Al respecto meditó Fidel en su discurso en el centenario de la caída del Mayor:

Pero fue precisamente en ese instante cuando se yergue la figura de Ignacio Agramonte […] Logra hacer prevalecer sus criterios y arrastrar a sus compañeros a la lucha, y se consolida el levantamiento armado en Camagüey. Ese fue el primer servicio extraordinario prestado por Ignacio Agramonte a la lucha por la independencia.

En estos momentos, jóvenes camagüeyanos, como los de todo el archipiélago cubano, repudian las provocaciones del grupúsculo en la habanera barriada de San Isidro y su espectáculo mediático a través de las redes sociales y algunas agencias de noticias de una huelga de hambre con encargos online de productos alimenticios, ofensa a los símbolos patrios, aun cuando lo han recibido todo por la buena fe del Gobierno Revolucionario para convertirlos en hombres y mujeres, libres, respetados, con derecho a la salud y educación gratuita, y sin discriminación de raza o sexo.

Pero han vendido su alma a ciertos personajes, que dejan a su paso un fuerte olor a azufre, representantes de una ideología y política totalmente opuesta.

No puedo obviar, al escribir estas líneas, la expresión “venderse por un plato de lentejas” comúnmente empleada para describir a las personas que traicionan a otras o a sus principios, por una irrisoria compensación o de nulo valor. Uno de los “lidercillos”  detenido por desacato a una autoridad cubana y vinculado a un terrorista residente en EE.UU.  de quien había recibido unos 200 dólares para acciones  contrarrevolucionarias.

Como continuidad histórica de las motivaciones y compromisos de la juventud cubana, quienes se sienten orgullosos de ser agramontinos, reiteran en estas horas su respaldo al proceso democrático de nuestra Revolución.

 Vale la pena citar el fragmento de una carta de Manuel de Quesada dirigida a Ignacio Agramonte el 20 de enero de 1870, que trasciende a nuestros tiempos:

En fin, amigo mío, siga U. siendo el modelo de los jóvenes y la admiración de los viejos, y no dude que usted a adquirir un nombre preclaro (…)