Todos para uno…

En un antiguo dibujo animado cubano, el niño se mostraba apenado porque su papá no era piloto de combate, ni capitán de la marina, sino que laboraba en una fábrica de tornillos, o tuercas, el detalle no viene al caso y ya la  memoria hace de las suyas.

El propio audio visual defendía la validez de los oficios y dignificaba al obrero colocando al protagonista en el hipotético pero terrible trance de que tuercas y tornillos fallaran en plena maniobra en las alturas o en el océano, y ya sea el avión o el buque, se desmoronaba en piezas.

Traigo esta anécdota a colación porque ante la digna y ejemplar respuesta de los médicos y el resto del personal de salud cubano en la contingencia del nuevo Corona virus, y la partida de cientos de galenos y enfermeros hacia muchos países para prestar su invaluable colaboración, se suceden los gestos de agradecimiento tanto en Cuba como en el extranjero.

El bien más preciado es la vida, y a preservarla sin medir peligros ni sacrificios, se consagran los galenos formados en la Mayor de las Antillas, incluidos no pocos procedentes de los Estados Unidos, cuyo gobierno rechazó de manera tan tajante como incomprensible el ofrecimiento de ayuda cuando el huracán Katrina sumió en el horror a miles de familias, muchas de las cuales aún no se han recuperado y esperan sin esperanza al menos un gesto del sistema.

Valoro en su justa medida, y me sumo con entusiasmo y sinceridad al aplauso que cada noche se tributa en todas partes a esos ejemplares hombres y mujeres quienes  hacen del amor al prójimo la razón de sus existencias.

Pero he conocido por estos días los casos de personas como los estibadores del puerto habanero , quienes llevan semanas laborando hasta el agotamiento para descargar las pocas materias primas que burlando  el bloqueo logran arribar a costas  cubanas, o los trabajadores de los almacenes de Acopio que hasta altas horas de la madrugada trasiegan productos agrícolas para que estos alimentos amanezcan en las placitas.

En los centros de aislamiento, donde los enfermos se recuperan del virus, reciben toda la atención médica que requieren, pero también para ellos laboran personas sencillas y humildes, como la  cocinera que despierta mucho antes del alba, y se  traslada en bicicleta o en cualquier transporte púbico, para que el desayuno de los pacientes esté listo a la hora indicada.

 

A ellos, a los miembros del Ministerio del Interior que organizan las colas y preservan el orden público sin medir la elevada posibilidad de adquirir el contagio en la vía pública,  a quienes barren las calles y recogen los desechos, a los agricultores y ganaderos que permanecen fieles al sagrado deber de producir comida para el pueblo, en fin a tantos y tantos, llegue también el aplauso y el agradecimiento infinito de once millones de cubanos.

Entonces, se me ocurre que  podríamos recordar la canción del grupo Buena Fe que tan bien ha sido respaldada por un excelente audio visual y que se titula TODO EL MUNDO CUENTA.