Ni brazos cruzados ni ideas dormidas: dos claves para salir adelante

(Foto archivo)

Muchos se habla por estos tiempos de la explotación de los suelos con recursos naturales, lo que se ha dado en llamar la Agroecología, y tienen razón quienes dan prioridad a los fertilizantes orgánicos, los molinos movidos por el viento, el control de las plagas con medios biológicos y una lista casi interminable de posibilidades al alcance de ese hombre o mujer que cada mañana, antes de que el sol asome, se adentra en el surco.

Y se habla también de la sustitución de costosos piensos especializados para el alimento del ganado, o de las materias primas importadas para la elaboración de una dieta balanceada e ideal, por elementos más  a nuestro alcance, y que posibilitan el rápido crecimiento, el incremento en el peso y en general, un estado de salud óptimo en los rebaños.

Al menos en Cuba la sabiduría acumulada por generaciones de campeisnos dedicados a la crianza de todo tipo recomienda opciones que, quizás no lleguen a los astronómicos resultaos de los productos de las grandes industrias encargadas de la alimentación animal,  pero sí garantizan saldos que satisfacen hoy, como lo hicieron siempre, las aspiraciones del ganadero.

Tal es el caso de la pangola, la caña de azúcar, el King Grass, y un buen número de gramíneas y leguminosas que aportan considerables porcentajes de proteínas, calorías y fibras a las manadas, y me refiero además a la perentoria necesidad de plantar morera, tictonia o moringa, entre otras plantas de demostrado valor nutricional cuya importancia algunos aún desestiman.

Desde hace algunos  años se fomenta en el país con mayor intensidad la ceba de vacunos, y cada día aumentan los ganaderos que emprenden esa variante, sin dejar de dedicar una parte de sus esfuerzos a la producción lechera, dados los estimulantes precios que paga el Estado y las facilidades para el incremento de las áreas, al amparo de los decretos leyes 259 y 300.

Y abundan los ejemplos de un peso corporal que permite calificar las reses como de primera clase, en un lapso razonablemente breve, sin el empleo de piensos importados, o en muy limitadas cantidades, solo con el empleo de las plantas referidas.

La realidad económica no admite titubeos: nada de refuerzos dietéticos que el país no puede comprar, solo buenos pastos, forraje de calidad, agua garantizada con pozos, molinos de viento, tranques y represas, y un elemento decisivo: hombres y mujeres con voluntad de hacer las cosas bien, o lo que es igual: prevenir, planificar, organizar y controlar, con unidad de acción en torno a los objetivos de prioridad.

Los números hablan: al cierre del año 2016, Camagüey alcanzó alrededor de 80 millones de litros de leche enviados a la industria, algo uqe no sucedía desde hace más de una década;  las causas, muchas, pero las aquí enunciadas figuran entre ellas, y no en el último lugar.

Si eso no es exitoso, vaya usted a saber.

 

 

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