La guerra necesaria de José Martí

A 122 años de aquel 24 de febrero de 1895, volvemos a tocar clarín para los pinos nuevos en la continuidad de la Revolución que no ha cesado de seguir el pensamiento de nuestro José Martí.

Durante los preparativos para la Guerra Necesaria, con fecunda pasión patriótica, Martí promovió la unidad de los mambises, que habían visto truncados sus deseos de independencia del yugo español tras diez años de lucha, con las nuevas generaciones de cubanos fuera y dentro de la Mayor de las Antillas. “Los Pinos Nuevos con Los Pinos Viejos”.

Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos! “ (Tampa, 27 de noviembre de l891)

Si bien es cierto que el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 culminó con el degradante Pacto de Zanjón, no cabe duda que continúo  prendida la llama por una Cuba libre del yugo español, con la protesta de Baraguá protagonizada por Antonio Maceo y otros patriotas. La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, por el incontrolable caudillismo, indisciplinas, ausencia de un mando único y, sobre todo, la falta de unidad.

José Martí recogió las banderas independentistas enarboladas por Céspedes y emprendió la ardua tarea de reunir el contingente de viejos mambises con los nuevos combatientes por la libertad

No importó el revés  de los barcos y logística apresados por la traición de los vecinos del Norte al llamado Plan de Fernandina. La expedición de libertadores había sido preparada tras restricciones del bolsillo, centavo a centavo, de los tabacaleros en La Florida y otros simpatizantes residentes en los Estados Unidos.

Los cubanos se lanzaron de nuevo a la manigua redentora aquel febrero, pues había  un ambiente evidentemente insurreccional. En meses posteriores, en la mayor parte de la Isla existían focos de insurrectos. Los pinos nuevos se unen a Máximo Gómez, uno de los dirigentes supremos, y a la verticalidad patriótica de Antonio Maceo para extender la guerra a toda Cuba.

Por otra lado, España se empeña en retener la Isla a toda costa, el poder se debilitaba rápidamente con su política de «Hasta el último hombre y hasta la última peseta». En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. Con esta maniobra, por fin toma la ansiada fruta madura, en lo que algunos reconocen como la primera guerra imperialista.

Los yanquis secuestran los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista. Washington no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba.

La “guerra necesaria y justa” que predicaba Martí para fundar una república “con todos y para el bien de todos” concluía de una manera abrupta. Sin embargo, el fin de la doctrina martiana, forjada en los valores éticos, morales y éticos que habían forjado a la nacionalidad cubana, fue inspiración en la continuidad de la lucha.

A este 24 de febrero arribamos con una Revolución que han hecho generaciones de cubanos y no se detendrán. Los mambises del siglo XXI enfrentan con espíritu patriótico y las ideas de Martí y Fidel las tenebrosas maniobras de algunos rastacueros para desmontar la unidad de nuestro pueblo. No podrán lograr sus objetivos, en primer lugar nuestra magnífica juventud, nunca se desarmarán ideológicamente”

(Tomado de www.upec.camaguey.cu/?p=2086)