La doctrina Monroe renace y amenaza

La ecuación está más que clara y evidencia a gritos la intención del Magnate (¿entendió usted orate?) presidente de los Estados Unidos de Norteamérica: lo que importa es acceder libremente y por cualquier vía a las enormes reservas de petróleo y otros recursos de Venezuela.

Tal punto de vista lo plasmó a la prensa y las redes sociales nada menos que una ex candidata presidencial a las elecciones del 2012 y 2016, sin vínculo alguno con la izquierda, con el Socialismo, con Rusia, China o Cuba.

Así mismo: asegurar el petróleo en primer lugar, y de paso, eliminar el ejemplo  de democracia, dignidad y soberanía que se estableció con el triunfo de Hugo Chávez y que continúa con Nicolás Maduro, y que podría ser cada vez más contagioso para ¨ponerle malo¨ el traspatio al tío Trump.

Mientras, las Fake News privan al ciudadano del supremo derecho de acceder a la verdad, y lo que es más peligroso, son los jóvenes el sector social que más se nutre con las nuevas tecnologías de la información.

Por otra parte, y como siempre, el presidente venezolano reitera su absoluta disposición al diálogo y a las negociaciones con la oposición ¨donde quieran y cuando quieran¨ para dejar sin argumentos, si es que alguna vez soñaron tenerlos, a los integrantes del gobierno fantasma que representaría los intereses del Gran Capital y está a favor de una intervención militar en un país que mucho ha hecho y hace hoy a favor de los pobres, y que ha demostrado su transparencia una y otra vez durante años.

En el colmo de las mentiras, en días recientes acusaron a  Caracas de  inmiscuirse en las elecciones de México para favorecer el triunfo de López Obrador.

Todo eso le preocupa a la camarilla de Washington, pero ¿no sufren con los asesinatos  de líderes sociales en Colombia? ¿No les horrorizan las violaciones de los Derechos Humanos en los cuatro puntos cardinales, incluidos los propios Estados Unidos? ¿Es Maduro el ogro maligno de los cuentos, que aterroriza a una súper potencia económica y militar?

 Ni por un segundo los paladines de la Casa Blanca muestran preocupación por las crisis humanitarias en numerosos países, la acción depredadora de los para-militares colombianos y la presión cada vez mayor que ejercen las bandas de narcotraficantes sobre la población campesina, especialmente en zonas aledañas a la frontera con Venezuela.

Pero no pasa nada, el gobierno de Iván Duque, lejos de pensar en la inversión social, en la seguridad de los civiles y el control sobre la delincuencia armada, se preocupa y mucho, por intervenir en los asuntos internos del vecino, hacia quien instiga todas las fuerzas desestabilizadoras, incluida la acción armada contra un gobierno legítimo, electo por el pueblo y refrendado por cientos de analistas y observadores  internacionales.

Nada de ello cae en la balanza del ocupante de la Sala Oval y sus secuaces, ciegos cuando no quieren ver.

Por supuesto que cada pueblo debe resolver por sí mismo sus problemas, sin injerencia alguna, como afirmó nada menos que el Secretario de Defensa en funciones de los Estados Unidos, Pat Shanaham, quien durante una visita no anunciada a Afganistán en días pasados, sentenció que ¨los afganos tienen que decidir como será Afganistán. No se trata de Estados Unidos, se trata de Afganistán¨.

Vaya, que cuando les parece útil, dicen Diego y no ¨digo¨…

¿Y tocante a Nuestra América? ¡A meter las manos, que la doctrina Monroe les asiste!

Pero como exclama  el entrañable personaje de historietas infantiles Elpidio Valdés:

¨Eso habría que verlo, compay¨

 (Ilustración tomada del Granma.cu)