Gulliver contra el mundo

Los tiempos que corren están  repletos de matonería barata por parte de una potencia hegemónica mundial, cuyos gobernantes se han erigido a sí mismos como guardianes (más bien, esbirros o sicarios) que custodian a la humanidad, y proclaman a voz en cuello  que para bien aunque nadie los crea.

Una situación que hace acudir a mi mente aquella inefable historia de Gulliver, un trotamundos que siempre se veía envuelto en las más disparatadas situaciones, ora enfrentando  tormentas, ora  gigantes o diminutos seres de impensados reinos.

Causaba enorme placer al menos en los niños de mi generación y aún después, el encuentro del héroe con los habitantes de Liliput, a cuyas playas fue arrojado por un terrible huracán, para encontrarse al despertar, con que miles de personitas entre las cuales parecía una montaña, lo tenían atado como un fardo, hasta investigar de qué se trataba aquella mole que respiraba e incluso estornudaba.

En comparación con los casi microscópicos soldados, Gulliver era aparentemente invencible, pero todos unidos supieron aprovechar ese factor, la unidad sumada a la decisión, para inmovilizar a la descomunal criatura, que se vio de repente inerme a pesar de su fortaleza y su enorme estatura.

Y pienso que muy bien podría pasar que todos los pequeños, unidos y con la fuerza que proporciona la razón, un buen día hicieran acopio de las más resistentes cuerdas y se dieran a la tarea de maniatar al abusador, un verdadero monstruo que ha desatado la violencia, la muerte, el hambre y la desesperación en numerosos países, mientras coloca al mundo en una espiral que podría conducir al holocausto final y la desaparición de la especie.

Pido perdón por valerme del ejemplo de un clásico de la literatura infantil, porque a fin de cuentas Gulliver era, a pesar de su espíritu aventurero, un hombre de buenos sentimientos, algo que no se corresponde con la personalidad del loco de la Casa Blanca, y pensándolo bien, tampoco los pueblos somos tan pequeños ni tan desvalidos como los habitantes del reino de Liliput.

La vida lo ha demostrado,  y el tiempo dirá la última palabra.

 

(Ilustración tomada de www.desmotivaciones.es)