Diseminados por casi todo este país del denominado cuerno africano, cinco mil etíopes comparten hoy con Cuba historia e idioma, aunque, a la tierra de Fidel Castro, aseguran, les une sobre todo una profunda gratitud.
Muchos llegaron a la isla siendo niños, otros eran adolescentes, había también jóvenes con cierta formación académica que sus gobiernos enviaban a especializarse. Aprendieron becados en escuelas y universidades cubanas que ahora con, en el recuerdo, forma parte de los mejores años de sus vidas.
Terminaron estudios y la mayoría regresó a lugares de procedencia, donde, como aquí, reinaba el desempleo o eran periódicamente pasto de las hambrunas o de la guerra.
Estos hombres y mujeres, que se definen a sí mismos como ‘etio-cubanos’, decidieron unir ideas y recursos para conmemorar el aniversario 40 del inicio del programa de educación que le llevó a conocer una cultura completamente desconocida.
De la lejana tierra guardan los mejores souvenirs: lechón asado en el menú, ritmo latino e ideales humanos; cuando hablas con ellos, aún a 10 mil kilómetros de La Habana, casi ni sientes la nostalgia opresiva de no estar en la patria.
En 1978 y 1979, salieron de esta nación dos barcos repletos de niños: ‘Como mínimo se habla de cinco mil’, cifran Asha Miró y Rediet Senbet, en el libro ‘Los rastros de sándalo’.
El destino final fue el territorio de la Isla de la Juventud, en Cuba; allí estudiaron becados los huérfanos de varios conflictos, la mayoría africanos.
Para el país caribeño, la cooperación en la esfera educativa era una forma de apoyar a los territorios del Tercer Mundo en sus esfuerzos de independencia y para garantizar el desarrollo de las jóvenes naciones.
Era el principio general, pero en África fue donde se echó el resto como aporte importante al proceso de descolonización. Del total de 50 mil estudiantes extranjeros graduados desde 1961 (en los niveles básico, medio y superior) más del 70 por ciento, unos 35 mil, proceden del llamado continente negro.
Y pasaron décadas, los niños crecieron y con ellos, sus historias, con distintos desenlaces: unos volvieron y algunos hasta se enamoraron y se quedaron.
Del 22 al 29 de julio, Addis Abeba y varias partes de Etiopía vivirán jornadas de homenaje y recordación por aquella hazaña educativa que cambió el rumbo de la existencia de miles de personas.
Conversatorios, recorridos por las zonas donde los cubanos pelearon junto a los nacionales en la guerra contra la invasión de Somalia, festivales de música y comida tradicional, exposición de fotografías y otras actividades están programadas para esa semana.
Se espera la participación de altos funcionarios de la política de ambos Estados, así como una representación de los maestros que formaron parte de aquel proceso.
Al ser presentado el programa de celebración en esta capital, la embajadora de Cuba en Etiopía, Vilma Thomas, aseguró que la fecha hará memoria de una página de la historia escrita conjuntamente, para que con la rememoración, la misma tenga el lugar que merece en el corazón de los dos pueblos, empeñados en la actualidad en conservar los históricos lazos de amistad profunda.