Bola de nieve: un canto que no muere

Bola de nieve: un canto que no muere

Genial y único, el cubano Ignacio Villa, mundialmente conocido como Bola de Nieve, es una de las leyendas de la música latinoamericana y hoy se recuerda en el aniversario 53 de su fallecimiento.

Su última gran actuación fue el 20 de agosto de 1971 en el teatro Amadeo Roldán, durante un homenaje a otra grande del panorama musical nacional: Rita Montaner; poco después Bola muere en México el 2 de octubre de ese año.

Con un peculiar estilo interpretativo acompañado de su piano, Bola describía su forma de actuar en escena con la frase»yo soy la canción que canto», y se refería a sí mismo como alguien que decía las canciones.

En cierta ocasión expresó el famoso cubano nacido en La Habana el 11 de septiembre de 1911: «Yo entiendo por arte dar las cosas como uno las siente, poniendo al servicio del autor la propia personalidad, y establecer esa corriente que hace que el público ría o llore, o guarde silencio”.

Y así lo sintió el público de diferentes países que lo aplaudía vehemente durante sus actuaciones. Algunas de estas presentaciones afortunadamente quedaron registradas en cine y televisión para deleite de quienes no pudimos disfrutarlo en pleno derroche de genialidad en vivo.

No puedo ser feliz, Drume negrita, Ay amor, La flor de la canela, Vete de mí, Mesié Julián, El manisero, Ay mamá Inés y otros muchos temas musicales de la autoría de prestigiosos compositores cubanos, mexicanos y de otras partes del mundo, estremecían el alma interpretados por Bola.

Según reseñas sobre su vida este artista dijo en una ocasión: «Creo que lo mejor que me califica es mi personalidad de intérprete. No soy exactamente un cantante, sino alguien que dice las canciones, que les otorga un sentido especial, una significación propia, utilizando la música para subrayar la interpretación (…).

Este original artista que vio la luz en Guanabacoa cantaba en inglés, francés, italiano y portugués, y compuso piezas antológicas como Si me pudieras querer y Arroyito de mi casa.

Fue aplaudido en París, Nueva York, Washington, México, Buenos Aires, Roma, Venecia, Milán, Copenhague y más escenarios.

A inicios de los años 60 realizó giras por Checoslovaquia, Unión Soviética y República Popular China, y en su carrera logró una apreciable discografía.

Bola de Nieve, sin duda un pianoman extraordinario y de estilo tan auténtico, dio a Cuba otro arte, su arte, distinguido, hilarante, sentido, apasionado y criollísímo, que merece por derecho propio un sitio en la inmortalidad.

Así recuerda hoy al Bola el Instituto Cubano de la Música (ICM) a propósito del aniversario de su fallecimiento: «De un estilo muy personal, lograba comunicar su mensaje de forma ingeniosa a la manera de los viejos cuenteros».

El texto agrega que «al cantar, a veces contaba antiguas historias, donde aparecían distintos personajes que incorporaba magistralmente, para lo cual se preparaba como un actor».

El ICM acota que «la improvisación para él no existía. Forma parte de nuestro tesoro musical cubano».

(Prensa Latina)

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