Que «los varoncitos visten de azul y las hembritas de rosa» es un estigma aferrado en muchas familias, no solo en Cuba sino en muchas partes del mundo. Desde las populares fiestas de sex reveal, donde se conoce el sexo del bebé antes de nacer, funciona como una dirección marcada en la que nos dicen, desde antes de nacer, qué color preferir.
Nuestra sociedad tiene un conjunto de ideas sobre cómo se espera que nos comportemos y nos presentemos, los llamados estereotipos y roles de género.
«Comportamientos, actitudes, pensamientos y emociones que se consideran adecuados o característicos para una persona en función de su sexo biológico» así los considera la literatura especializada en la temática. Su construcción normalmente se organiza en torno a los conceptos de masculinidad y feminidad, aunque en ocasiones esto no se cumple.
A menudo conducen a prejuicios y sesgos que cambian injustamente la forma de percibir e interactuar con las personas. Por ejemplo, de los hombres se espera que sean fuertes, agresivos o valientes; mientras que de las mujeres, la expectativa es el vestir típicamente “femenina”, sean educadas, sensibles, complacientes o amorosas.
Generalmente estos estereotipos se relacionan con la personalidad, las profesiones, la vida doméstica y el aspecto físico
De los hombres y la presión social
Cuantos de nuestros niños no habrán escuchado en algún momento la típica frase de «ponte duro, como un hombre», o eso de que «los machos no lloran». Y es que en el caso masculino, los estereotipos generalmente pasan desapercibidos en el día a día, sin embargo, ejercen una influencia profunda en la vida de los individuos y en la sociedad en su conjunto.
Estos prejuicios arraigados sobre cómo debe ser un hombre pueden tener consecuencias perjudiciales en diferentes aspectos, desde la salud mental hasta las relaciones interpersonales y las aspiraciones profesionales.
Uno de los efectos más notables de los estereotipos de hombre es la presión psicológica que imponen; la expectativa de ser “fuerte” y “no mostrar debilidad” puede llevar a los hombres a reprimir sus emociones y dificultar la expresión genuina de sus sentimientos.
Es así como la constante necesidad de encajar en el molde, puede llevar a una sensación de aislamiento y soledad, ya que los hombres pueden sentir que no tienen espacio para expresar sus preocupaciones.
Las expectativas de ser los proveedores principales y sustento económico, pueden generar estrés y ansiedad en el ámbito laboral; la presión por el «deber ser dominante» generan, en ocasiones, comportamientos agresivos o violentos, incluso, puede constituir obstáculo para conexiones interpersonales significativas.
Al vincular el valor de un hombre con su capacidad para ser el “jefe” o el “ganador”, pueden sentirse presionados a evitar ciertas profesiones o roles que se perciban como “femeninos”. Esto puede llevar a que seamos menos los que optemos por la enfermería, la educación, el baile, mientras es mayor la presencia masculina en campos como la ingeniería o la tecnología.
Nuevas masculinidades
Hasta hace poco, el foco de atención en perspectivas de género había estado centrado únicamente en las mujeres y en la feminidad. La masculinidad y sus valores habían permanecido como algo intocable.
Las nuevas masculinidades son todas las posibilidades de ejercer esta desde una alternativa diferente a lo que nos han enseñado tradicionalmente que significa ser hombre.
¿En verdad la mujer debe quedarse en casa mientras el hombre trabaja para mantener la familia? ¿Acaso siempre debe ser el hombre quien decida por todos, y no la mujer también?
Este tipo de cuestionamientos forman parte del esfuerzo por construir nuevas masculinidades a partir de lo que nos incomoda como sociedad.
Una de las principales propuestas de las nuevas es la de romper con el mito de que el hombre debe ser fuerte y violento, protector de sí mismo y de todos, con la agresión y el dominio como su único recurso para afrontar el mundo.
En el espacio tradicional, la desigualdad se aprecia como algo natural. El poder no pertenece a un género u otro.
Este “nuevo hombre ideal” respeta los límites de las mujeres, escucha sus emociones y deseos. No es una invitación a que insistas cuando ellas te dicen que no quieren hacer algo, simplemente es un no.
Desafiar estereotipos
Hay formas de desafiar estos estereotipos para ayudar a todos, sin importar su género o identidad de género, a sentirse iguales y valorados.
Las revistas, la televisión, el cine y el Internet están llenos de estereotipos negativos. A veces son difíciles de percibir a menos que se los señale ¡Sé tú esa persona! Habla con amigos y familiares sobre los que ves y ayuda a otros a comprender cómo pueden ser perjudiciales.
Conviértete en una especie de modelo a seguir. Respeta a las personas independientemente de su identidad de género. Crea un espacio seguro para que las personas se expresen y muestren sus verdaderas cualidades.
Escuchas chistes y comentarios sexistas, ya sea en redes sociales o en persona, rebátele, siempre desde el respeto y el entendimiento.
Si quieres hacer algo que normalmente no se asocia con tu género, piensa si estarás seguro haciéndolo. Si crees que sí, inténtalo. Las personas aprenderán de tu ejemplo.