¿Madre loca?

Por su casa camina sin parar de la cocina a la sala. Las lágrimas corren por sus mejillas y no sabe la razón exacta. Tiene miedo, inseguridad y una tristeza agobiante. Al fondo escucha su bebé llorando, y no lo tolera, sencillamente no puede. Pasa sus días en un viaje sin fin. No come bien; no duerme; piensa en un futuro negativo; la culpa la atormenta, y no sabe qué hacer.

Se volvió loca, comentan en el barrio; es una mala madre, expresó su cuñada; tiene flojera, reprocha su suegra; no sé qué le pasa, repite su esposo. Cada día se emiten frases similares con o sin su presencia. Las miradas acusadoras se lanzan como cuchillos cuando se asoma, por momentos, a su balcón. Desde hace meses es la comidilla de las colas de la bodega, y un objeto de estudio para los psicólogos y sociólogos autodidactas.

Esta madre se niega a lactar; le irritan los llantos; no puede cambiar pañales y todo el tiempo duerme o llora. Todos a su alrededor se hacen cargo de la bebé, y ella mira desde la distancia. Pero, contrario al pensamiento popular, no es invento ni drama; tampoco holgazanería ni descaro barato. Nadie comprende la situación porque el estigma de la “mala maternidad” tapa todos los indicios.

La primera vez que la joven madre escuchó depresión postparto le parecieron palabras de un idioma extraño. Lejana le parecía la relación de una cosa con otra, y  al tiempo  crecían las confusiones, dudas y preguntas.

Es uno de los problemas más comunes que tienen las mujeres gestantes durante y después del embarazo, le explica su doctora, sin embargo, la paciente no parece comprender del todo. La madre, quien nunca creyó en locuras ni en ningún chisme barrial, la acompaña en este primer encuentro médico que parece alumbrar la oscuridad causada por la incertidumbre.

La alegría la invade: no es una mala madre ni odia a su hija. No obstante, el temor de nunca superar ese cuadro aparece para completar la escena de la película dramática. Una esperanza deslumbra: la visión científica y farmacológica son sus mejores aliados en esta guerra mental.

La familia no lo cree; los silencios inundan el incómodo momento; las disculpas caen como avalanchas; el resentimiento sale de las bocas una vez acusadoras; y una que otra lágrima aparece en señal de arrepentimiento.

Sin embargo, no todo es fácil. Esta MADRE vive angustiada de dañar a su hija; de ahogarla si la baña; de empacharla si le da de comer; o de maltratarla si un quejido infantil aparece en el momento equivocado. Por fortuna para ella, sus allegados ya entendieron; la ayudan, comprenden y apoyan. Y esta mujer se sabe dichosa, porque no todas corren con esa suerte.

Con el tiempo y la paciencia, esta » mamá loca “supera su depresión; comparte con su retoño y vive más tranquila. Los llantos desaparecieron junto a la angustia y el miedo. Ahora todo queda como una historia de vecindario; la anécdota para alertar a una conocida; el ejemplo para quienes son detectadas; y solo para algunas personas, prevalece como la excusa perfecta para la flojera maternal.

Miles de féminas pasan este proceso en total desconocimiento. Este padecimiento no es juego ni invento y afecta a todos los miembros de la familia. Constituye una realidad latente y desapercibida en muchos casos. Conocer la depresión postparto es muy importante, para no dejar que se regodee detrás de la cortina de una madre loca.

 

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