Para cumplir con la promesa

Amanecía, y desde distantes lugares de las montañas  acudían  hombres a pie, a caballo o sobre los sufridos e imprescindibles mulos que les servían para transportar un café que habían producido pero que no era suyo, por obra y gracia de los abusos de las compañías y de los avaros propietarios.

Surgían los primeros claros del alba y Soledad de Mayarí no se despertaba tan sola como de costumbre; al cantío de los gallos se sumaba el rumor de gente que dialogaba en susurros…era el gran día, 21 de septiembre de l958.

La convocatoria la había librado con su habitual osadía y sencillez el joven comandante que dirigía el Segundo Frente, un muchacho recién salido de la adolescencia pero que ya había demostrado sus dotes de líder guerrillero y organizador  de las mil y una facetas de la vida.

Comenzaba el Congreso Campesino  en Armas, al cual  asistían labriegos de las zonas liberadas, y otros convencidos de la historicidad de aquel momento.

Daba cumplimiento Raúl Castro, junto a su tropa de barbudos guerrilleros, muchos de ellos de origen campesino, a la promesa de Fidel luego de los sucesos del Moncada, en su histórico alegato ¨La Historia Me Absolverá¨.

Durante el juicio, el jefe del pequeño grupo que había protagonizado la hazaña de asaltar dos cuarteles que contaban con armas, municiones y tropas muy superiores el día de la mañana de la Santa Ana, había denunciado las injusticias que durante décadas condenaron, a quienes trabajaban la tierra, a vivir encadenados a deudas tan inexplicables como impagables, para llenar con su sudor los bolsillos de una minoría.

Expresaba Fidel en su alocución: ¨…y no les vamos a decir Te vamos a dar, sino aquí tienes…¨

Allí, en la humilde construcción que los acogía, en medio de las lomas, supieron los explotados que jamás serían atropellados ni engañados, ni sus familias lanzadas  al camino por la Guardia Rural fiel a los intereses de los poderosos.

Quizás muchos no lo sabían, otros lo sentían en lo más profundo, pero los días de la dictadura de Fulgencio Batista estaban contados; pocas semanas después de la celebración del Congreso, el primero de enero, una luz nueva inundó los hogares de millones de cubanos y se abría un porvenir de oportunidades e igualdad.

A 60 años del Congreso Campesino en Armas muchos de quienes asistieron a la reunión de Soledad de Mayarí recuerdan cuánto se habló, de qué manera se expusieron las realidades, y sobre todo, la manera diáfana y sin falsas promesas con que el Ejército Rebelde dio cumplimiento a la palabra empeñada: la tierra es de quien la trabaja.

Hoy campesinos y cooperativistas asumen con dignidad y dedicación múltiples tareas, entre las cuales sobresalen dos: producir alimentos para el pueblo y defender las conquistas de la Revolución, como fieles aliados de la clase obrera.

Felicidades hermanos, y mucho éxito.