El suicidio, un acto que evoca un profundo dolor y un vacío inexplicable, sigue siendo un tema tabú en muchas sociedades. Este silencio, sin embargo, no disminuye la tragedia de la pérdida, sino que la incrementa. El suicidio es una realidad compleja que reclama comprensión, empatía y acción.
El mismo constituye un problema de salud pública importante pero a menudo descuidado, rodeado de estigmas, mitos y tabúes. Cada caso de suicidio es una tragedia que afecta gravemente no sólo a los individuos, sino también a las familias y las comunidades. Cada año, más de 703.000 personas se quitan la vida tras numerosos intentos de suicidio, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos.
Detrás de cada suicidio hay una historia de sufrimiento, una lucha interna que no se ve a simple vista. Las personas que se quitan la vida no están buscando la muerte, sino un escape al dolor insoportable. La depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, el abuso de sustancias y la pérdida son algunos de los factores que pueden contribuir a pensamientos suicidas.
No es una decisión fácil ni un acto de debilidad. Es una manifestación de la desesperación, la incapacidad de ver una salida a la angustia. Es importante reconocer que el suicidio no es una solución, sino un síntoma de un profundo malestar interno.
Romper el silencio
El tercer informe regional sobre la mortalidad por suicidio, publicado en marzo de 2021, indicó que este problema sigue siendo una prioridad de salud pública en las Américas. En esta zona, es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años, y las 45 a 59 años tienen la tasa de suicidio más alta de la región, seguidas por las de 70 años o más.
La clave para prevenir el suicidio es romper el silencio que lo rodea. Hablar abiertamente sobre la salud mental, desestigmatizar la enfermedad mental y crear un clima de confianza para que las personas puedan expresar sus sentimientos sin miedo a ser juzgadas son elementos fundamentales para abordar la problemática.
La Organización Panamerica de la Salud (OPS) se esfuerza por trabajar con todas las partes interesadas en la prevención de los suicidios en las Américas. La meta 3.4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas se propone reducir en un tercio la mortalidad prematura para 2030. En consonancia con la meta, el actual Plan Estratégico 2020-2025 de la OPS incluyó al suicidio como un indicador para evaluar en la Región de las Américas. .
Cada cinco años, la Unidad de Salud Mental y Uso de Sustancias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), en conjunto con el Centro de Colaboración de la OMS en el Centro Universitario Brown, produce un informe regional sobre la mortalidad por esta acción. El ATLAS de Salud Mental es un proyecto de la OMS que hace un seguimiento de los avances de los países en el logro de los objetivos del Plan de Acción de Salud Mental 2013-2030, que apoya a los países en su esfuerzo por cumplir la Meta 3.4 de los ODS.
La estigmatización, sobre todo la que se crea en torno a los trastornos mentales y el suicidio, disuade de buscar ayuda a muchas personas que piensan en quitarse la vida o tratan de hacerlo y que, por lo tanto, no reciben la ayuda que necesitan. La prevención del suicidio no se ha abordado debidamente porque falta sensibilización sobre la importancia que reviste como problema para la salud pública y por el tabú existente en muchas sociedades que impide tratar sobre él abiertamente.
Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular, la depresión y el consumo de alcohol) está bien documentado en los países de altos ingresos, muchos casos se dan en personas que lo cometen impulsivamente en situaciones de crisis en las que su capacidad para afrontar las tensiones de la vida, como los problemas económicos, las rupturas de relaciones o los dolores y enfermedades crónicos, está mermada.
La disponibilidad y la calidad de los datos sobre el suicidio y los intentos de suicidio es insuficiente en todo el mundo. Solo unos 80 Estados Miembros de la OMS disponen de datos del registro civil de calidad que se pueden utilizar directamente para estimar tasas de suicidio. Aunque el problema de la escasa calidad de los datos sobre mortalidad no es exclusivo del suicidio, la notificación insuficiente y la clasificación errónea de los casos de suicidio son, probablemente, mayores que con causas de defunción porque las conductas suicidas son una cuestión delicada e incluso ilegal en algunos países.
La importancia del apoyo
Según la psicología, la mayoría de las personas que tienen factores de riesgo de suicidio no intentarán suicidarse, pero es difícil saber quién actuará sobre sus pensamientos suicidas. Aunque es importante tener en cuenta los factores de riesgo de suicidio, una persona que muestra signos de advertencia de querer quitarse la vida puede tener un mayor riesgo de correr peligro y necesitar atención inmediata.
El abordar la complejidad de las conductas suicidas comienza por identificar los factores de riesgo y de protección. Los factores de riesgo clave abarcan desde los sistemas sanitarios y la sociedad hasta los niveles comunitario, relacional e individual. Entre ellos se encuentran las barreras de acceso a la atención de salud, las catástrofes, las guerras y los conflictos, los intentos de suicidio anteriores, etc.
Existen signos de advertencia, que si bien no siempre son absolutos, si son una alerta con respecto a este tema:
- Hablar de querer morir o desear matarse.
- Hablar de sentirse vacío o desesperado, o de no tener motivos para vivir.
- Hablar de sentirse atrapado o pensar que no hay ninguna solución.
- Sentir un dolor físico o emocional insoportable.
- Hablar de ser una carga para los demás.
- Alejarse de familiares y amigos.
- Regalar posesiones importantes.
- Decir adiós a amigos y familiares.
- Poner sus asuntos en orden, como hacer un testamento.
- Asumir grandes riesgos que podrían resultar en la muerte, como conducir extremadamente rápido.
- Hablar o pensar en la muerte con frecuencia.
Para aquellas personas que están luchando con pensamientos suicidas, el apoyo de familiares, amigos y profesionales de la salud mental es fundamental. Es necesario escuchar con empatía, sin juzgar, y ofrecer ayuda profesional cuando sea necesario.
Existen líneas de ayuda telefónica y organizaciones dedicadas a la prevención del suicidio. Buscar ayuda es un acto de fortaleza, no de debilidad. En muchas ocasiones, hablar con alguien puede ser el punto de inflexión que necesita una persona para salir del abismo.
Es posible prevenir los suicidios adoptando medidas a nivel de la población, de determinados grupos poblacionales y del individuo. La OMS ha elaborado una guía para prevenir el suicidio denominada LIVE LIFE («Vive la vida») en el que se recomiendan las siguientes intervenciones de eficacia demostrada que se basan en la evidencia:
- Restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (por ejemplo, los plaguicidas, las armas de fuego y ciertos medicamentos);
- Educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio;
- Desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida;
- Detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento.
El suicidio es un tema latente en la sociedad actual, y lamentablemente, cada año cobra más vida. Este 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio; en los años 2024-2026 el tema central es «Cambiar la narrativa«, y tiene como objetivo derribar barreras, como el estigma, crear conciencia y crear una cultura de comprensión y apoyo para prevenir el suicidio. Todos, individuos, comunidades, organizaciones y gobiernos tienen un papel importante que desempeñar para cambiar la narrativa sobre el suicidio.
A pesar de todo lo difícil, siempre recuerde que la vida es un regalo preciado, y merece la pena luchar por ella.