Con profundo dolor…

Exactamente así nacieron del alma esas palabras con las que comenzó el Presidente Cubano Raúl Castro, la comunicación al mundo de la muerte de Fidel: el LIDER, su HERMANO. Dolor compartido por millones porque se nos va físicamente alguien tan querido como un familiar, alguien a quien lloramos desde la hondura de lo entrañable, de lo que se sabe nuestro para siempre aun cuando la muerte, inevitable, natural, nos deje la huella de una gran pérdida.

Millones en Cuba crecimos adorando a Fidel, viéndolo como un padre, enseñando a nuestros hijos a quererlo como un abuelo; defendiendo sus ideas, su dignidad, su grandeza. Otros, lo han culpado, es cierto, pero despojados de viscerales sentimientos, tienen que reconocer la talla de un hombre que jamás traicionó a su pueblo, y eso es lo que más vale y perdura para nosotros y el mundo.

Fidel nos lega principios de justicia, paz, honestidad. Con sus discursos, decisiones oportunas y análisis duros y esclarecedores nos hizo gente, hombres y mujeres con perspectivas de vida, con sueños posibles de mejoramiento humano. Nos impregnó la Revolución no como consigna, más que todo como concepto para la vida.

Ahora escuchamos condolencias de todas partes del mundo, y no las condolencias solo al gobierno, siempre se habla de condolencias a su PUEBLO. Porque Fidel fue y será siempre eso: PUEBLO. Fidel caló en nosotros a golpe de combates, de desafíos, de creación y así debemos recordarlo, junto a nosotros, en el día a día, sosteniendo y mejorando la mejor de sus creaciones: la REVOLUCION CUBANA.