Campesinos: desde el alba hasta el ocaso.

Mucho hablamos sobre los campesinos en Cuba. En momentos actuales su papel es sagrado porque de sus manos salen muchos de los alimentos de la mesa familiar.

Para definir a los campesinos se suele recordar su labor fuerte frente al campo; el cansancio de sol a sol; las extenuantes horas de trabajo; y la preservación de tradiciones.

Son estas frases fieles escrituras de la realidad, por más trillado y poco original que suene. En tiempos actuales a muchos no les agrada el trabajo rural, por ello, es propició reconocer a quienes si lo enfrentan por el bien de todos.

Ese campesino, sea hombre o mujer, sale cada día a encarar los misterios del bendecido o ruin suelo. Con su trabajo siembra, cuida, cura y recoge los añorados frutos. Protege su ganado con tesón, y sufre cuando algo no sale bien.

La mujer campesina guapea en el surco y la vida. Con su optimismo supera el machismo y la desmotivación. En igualdad de condiciones siembran, ordeñan, arrean, cabalgan y crían animales.

 

El amor al campo atrapa a estas familias, las cuales prefieren el olor a tierra mojada, el canto de los pájaros, el ruido de las cigarras o el rocío en la naturaleza. Para los » hijos arraigados del monte» ningún lujo citadino se compara con la esencia de la campiña. Otros semejantes convierten un espacio urbano en prósperos canteros para familiares y amigos.

En realidad no alcanzan las líneas para agradecer el sacrificio de todos ellos. La Cuba de ayer, hoy y mañana nunca escribió ni escribirá su historia sin los campesinos. La gratitud nacional es eterna para los hombres y mujeres que trabajan desde el alba hasta el ocaso.

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