CAMAGÜEYANAS DE ANJÁ

En cada generación, mujeres de proverbiales bellezas, talentosas y épicas, han revelado el don especial de marcar hitos en los 500 años de historia de la actual ciudad de Camagüey, en la región centroriental de Cuba.

Una de las leyendas en la fundación del tercer asentamiento (1528) de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe describe a Tínima la hija de Camaguebax, cacique que acogió cordialmente a los españoles colonizadores, pero fue traicionado y asesinado. La princesa fue obligada a casarse con uno de los conquistadores. Como todo su pueblo, la joven sufrió los desmanes de los extranjeros y decidió morir en las aguas del río que aún lleva su nombre.

En el tortuoso camino de la formación de la nacionalidad cubana, las camagüeyanas  han trascendido por su peculiar inteligencia, dulzura, sacrificio y decisión. Se cuenta que cuando fue ejecutado Francisco (Frasquito) Agüero Velazco en 1851, tras uno de los primeros gestos insurgentes, las mujeres se cortaron el cabello en señal de rebeldía frente a la dominación de la metrópoli española.

Son paradigmas en la historia del territorio  Amalia Simoni y Ana Betancourt, quienes unieron el amor a sus esposos Ignacio Agramonte e Ignacio Mora a las ansias independentistas, durante la Guerra de los Diez Años.

Poseía Amalia una cultura exquisita y también una probada resistencia y valor innato, que le permitieron compartir los ideales de Agramonte, el insigne patriota y jefe militar, en la manigua insurrecta, hasta que fue hecha prisionera en mayo 1870. Al ser intimidada para que escribiera a su esposo instándole a deponer las armas, responde: “Coronel, primero me corta Usted la mano que le escriba yo a mi marido que sea traidor”. Lejos de Cuba, conoció la caída  en combate de su compañero, el 11 de mayo de 1873.

Ana sobresale por ser la criolla que alzó su voz -algunos afirman que de timbre dulce y severo a la vez-  para reclamar los derechos de la mujer. En abril de 1869, cuando se celebraba en Guáimaro la primera Asamblea Constituyente de la República de Cuba, expresa en una reunión pública: “Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano, que ha echado abajo la esclavitud del color, consagrara también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar.”

En la forja de la Patria, también podemos citar entre muchas camagüeyanas, a Concha Agramonte Boza, quien participó en las dos contiendas y perdió cinco hijos. Las principeñas fueron desde mensajeras, enfermeras, hasta indispensables colaboradoras en plena guerras independentistas.

Con el paso de los años, despuntaron las mujeres en los nuevos tipos de lucha revolucionaria, de todos y para el bien todos. Ayer y hoy, ellas siempre trascienden por ser camagüeyanas de anjá.