Arrugas llenas de dolor

El tiempo poco a poco no lleva a todos hacia el mismo destino, la vejez. Una etapa que es sinónimo de descanso y paz mental dónde la experiencia acumulada debería iluminar el camino de las generaciones venideras. Según pasa el tiempo, la sociedad  esta cada vez más ensombrecida por una realidad cruel y perturbadora: el abuso y el maltrato a los adultos mayores.

En los últimos años, no podemos hablar de incidentes aislados, sino de un patrón sistemático de violencia y abuso que se manifiesta en la intimidad de los hogares, en la frialdad de algunas instituciones y lo que es aún más preocupante en la indiferencia generalizada de la sociedad actual.

El espectro del maltrato a la vejez es amplio y aterrador. Va desde la negligencia que se manifiesta en la falta de atención a las necesidades básicas como la alimentación, la higiene, la salud y la medicación hasta el abandono emocional que aísla a los ancianos y los sume en una soledad devastadora. El maltrato psicológico como insultos, humillaciones y amenazas los convierte en personas muertas en vidas.

Y ahora preguntamos ¿cómo la sociedad de hoy en día distinguida por sus avances y formación ética permite los maltratos hacia los adultos mayores?

La respuesta es compleja y polifacética, pero muchas veces la sobrecarga de los cuidadores a menudo familiares que se ven desbordados por las responsabilidades y la falta de recursos puede conducir a la frustración y la negligencia.

Sin embargo, la falta de formación y sensibilización sobre las necesidades y derechos de los adultos mayores, la ignorancia y la falta de empatía son otros factores determinantes en el maltrato hacia la vejez.

Estos maltratos, a menudo por parte de los propios familiares no solo afecta a las víctimas, sino que también tiene un impacto negativo en la sociedad en su conjunto. Erosiona los valores de respeto, solidaridad y justicia, y contribuye a la creación de una cultura de la indiferencia y la deshumanización.

Romper el silencio y combatir el maltrato a la vejez es una tarea urgente y fundamental que requiere un enfoque integral que abarque la prevención, la detección y la protección de los abuelitos. Además, es necesario concienciar a la población sobre la magnitud y la gravedad del problema, y promover una cultura del respeto y la valoración de los adultos mayores. Las campañas de sensibilización, la educación en las escuelas y los medios de comunicación pueden desempeñar un papel clave en este sentido.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de casa diez personas mayores son víctimas de malos tratos.La Ley 156 de 2022, Código de las Familias en Cuba, incorpora elementos tales como la guarda de hecho de personas adultas mayores, los derechos a una vida familiar con dignidad, autónoma e independiente, a elegir el lugar de residencia, a la vida familiar libre de discriminación y violencia, a un entorno accesible y a la participación e inclusión social y familiar.

Pero, más allá de las medidas legales y los programas sociales, es necesario un cambio profundo en la mentalidad. Debemos dejar de ver a los ancianos como una carga y empezar a valorarlos como una fuente de sabiduría, experiencia y amor. Debemos aprender a escuchar sus historias, a respetar sus derechos y a brindarles el cariño y la atención que merecen.

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