¿Por qué el trazado de Camagüey es irregular?

 Ni los mitos ni las hipótesis en libros son tan convincentes como una clase de Henry Mazorra Acosta, alguien que ha esbozado el proyecto de su vida como la búsqueda intensa de la ciudad donde habita. De ahí fluye el despliegue de investigador y diseñador, y su ruptura del estereotipo a pesar del silencio y de la apatía social que padece el arquitecto en Cuba. Nada de esto nos dijo. Se lo leímos en la humildad.

—Imparte el curso de postgrado El patrimonio arquitectónico como memoria histórica. ¿Cómo llega a ese enfoque del tema?

—Se formó poco a poco. Con los años ganas sensibilidad y conocimiento de cuánto representa el entorno físico en nuestra cultura, en la forma de ser, en la historia, y entiendes por qué es así. Miro diferente la ciudad y la arquitectura, quizá menos idealizada o más profunda en los detalles. Soluciones arquitectónicas que antes parecían caprichos se me explican como la superposición de experiencias, ideas y tradiciones, con una justificación clara, a veces funcional o por un criterio de moda.

—Por ese entrenamiento de la mirada, ¿puede hoy ver un mapa e imaginar una ciudad?

—No es tan así. Ves el mapa, tienes que ir a la ciudad, vuelves al mapa, lees sobre historia, consultas fuentes, revisas lo que te crea dudas, y es lo que te genera el verdadero conocimiento. El mapa te da la primera luz de un tema. Descifrarlo no es un ejercicio de erudición, sino un proceso de investigación. Pasa con un mapa de la ciudad y con el plano de un edificio.

—La cercanía de cada 2 de febrero vuelve mediático un segmento de Camagüey que no construimos. ¿Podremos los habitantes de hoy legar otra ciudad?

—Quiero pensar que sí. Las circunstancias negativas han existido siempre, desde carencias económicas hasta barreras de pensamiento o contradicciones entre grupos. La ciudad es una realización imperfecta parecida a la sociedad. Soy optimista a pesar de ver cosas no deseables ni acordes con la historia ni la tradición, ni beneficiosas para su futuro.

—La investigación ha sido clave en su desempeño. No la utilizó solo para alcanzar el título de Doctor en Ciencias. ¿Por qué se construye desde ese plano?

—Cuando te presentas como arquitecto, nadie está pensando en ti como investigador. Tampoco es usual que los arquitectos dediquen tiempo a la investigación. Generalmente lo hacen los profesores y los temas pueden ser diversos, desde arquitectura ecológica hasta tecnologías de la arquitectura, de modo que los estudios históricos son algo muy específico. Mis asignaturas preferidas eran de Historia de la Arquitectura. Desde el principio sentí lo que corroboro: si desconoces la historia de tu profesión tienes cimientos débiles.

Desde el 2014 apreciamos otro de sus proyectos: la remodelación del edificio de la antigua Sociedad Santa Cecilia de Camagüey, convertido en centro de eventos.

—En el edificio del saber en nuestra sociedad, ¿por cuál planta anda el ejercicio de la crítica?

—Es una utopía. Pasa, entre otras razones, porque la arquitectura está separada de la creación artística. Nuestra sociedad no tiene en su campo visual ni mental que una intervención arquitectónica puede ser evaluada o analizada. El ejercicio de la crítica arquitectónica no existe en Cuba. Predomina una mirada funcionalista y reducida, los procesos de conceptualización y creación, muchas veces desarrollados en el proyecto, son menospreciados en la ejecución. La arquitectura es un fenómeno social, quizá la más interactiva de las artes, y por eso la crítica debería tener más espacio en los medios de comunicación. El ser humano experimenta la arquitectura obligatoriamente.

—En tres ediciones ha ganado el Gran Premio del Salón Nacional de Arquitectura en la categoría de teoría y crítica, ¿cómo asume la escritura?

—Mis investigaciones han generado contenido, información, conocimiento, que poco a poco he logrado publicar. Me parece importante desde el punto de vista profesional. He desarrollado más el artículo científico, pero el ensayo me gusta mucho por su libertad. También he encontrado en la escritura un modo de comunicar. Siento que todavía tengo camino por andar en esta faceta.

—Un espacio amplio en su ejecutoria profesional ocupa la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, ¿cuánto le ha aportado su Departamento de Proyectos?

—Como experiencia profesional ha sido enriquecedora. Cuando me gradué fui a trabajar para allí, entonces era algo nuevo para Camagüey. Mi tesis de grado estuvo dedicada a la inserción de nueva arquitectura en contextos comprometidos, pero no tenía claras las proyecciones ni la repercusión de mi desempeño. Los años en la Oficina me han dado oportunidades increíbles.

Para el Café Ciudad diseñó todo, desde lo general hasta los detalles de ambientación, muebles, infografía…, luego el patio y la cava. Para el Café Ciudad diseñó todo, desde lo general hasta los detalles de ambientación, muebles, infografía…, luego el patio y la cava.

—Aunque no le conoce, el público disfruta de obras suyas. ¿Cuál de esos proyectos ha sido el más grato?

 —El ejemplo más feliz fue Café Ciudad. Pude contar con una investigación histórica abundante, ordenar pesquisas arqueológicas, estudiarlo con calma. Terminar de leer un edificio te lleva tiempo y eso es fundamental a la hora de tomar decisiones en el proyecto. Diseñé hasta el último detalle y fue respetado al pie de la letra.

—Sé que su creatividad no se queda en un edificio, ¿a cuáles otras experiencias artísticas ha dedicado tiempo?

—A la fotografía. Incluso expuse en muestras colectivas, pero un día paré porque entendí que no estaba haciendo nada nuevo. Además, el teatro ocupó parte de mi tiempo cuando más joven. Era apasionante escribir un guion y luego ver la reacción del público. También la música es parte indisoluble de mi vida, aunque no hubiera llegado a algo como músico. En ella encuentro inspiración y modos para enfrentar situaciones diversas. No obstante, la arquitectura sigue siendo la compañera incondicional. Yo tengo que tomar el lápiz al menos una vez al día.

—Otra elección de vida ha sido Camagüey, ¿por qué?

—Es el hogar y la Patria. Siempre me pareció estremecedora aquella frase de Martí que dice algo así: “el que ha andado la vida sabe que no hay palacio como la casa de familia”. Y también recurro a las palabras de mi abuelo: “Todas las distancias se miden con respecto a Camagüey. Si está lejos de Camagüey, está lejos; si está cerca, está cerca”. Con tentativas de todo tipo nunca he renunciado a Camagüey. Esa elección está asociada a mi concepto de felicidad.